Tuesday, April 30, 2024
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Los negacionistas

Por Claudio Raúl Cruz Núñez

Los negacionistas están de moda y con empuje mediático. Los hay de todo tipo. Seudo científicos, fundamentalistas de templo y Facebook, teólogos de nuevo cuño, charlatanes del periodismo mendaz y políticos del galimatías, a lo Javier Milei en Argentina. El negacionismo vende y se vende bien.


Tenemos que precisar el término negacionismo. En psicología dicho término significa negar una realidad evidente. Persona que se niega a aceptar algo que es probado de forma empírica.
En nuestra política isleña tenemos a los defensores del Estado Libre Asociado. El Tribunal Supremo de los EE.UU. ha dictaminado que dicha fórmula política es un arreglo colonial.


Además el Congreso de los EE.UU. y el Derecho Internacional (ONU) se han expresado de igual manera Solo un sector del estadolibrismo niega esa realidad. Eso se llama surrealismo negacionista. El embeleco de Luis Alberto Muñoz Marín se desinfló hace décadas.
En esta categoría se encuentra el novato José Pablo Hernández Rivera. La carga genética del colonialismo se transfiere.


El ex gobernador Rafael Hernández Colón argumentaba, con una hermenéutica jurídica a su medida, que Puerto Rico no era una colonia. Exponía que el problema de la isla era uno de déficit democrático. Su hijo José A. Hernández Mayoral, menos creativo que su padre, todavía teoriza, al respecto, argumentos casi risibles. Ahora tenemos al candidato único del Partido Popular Democrático (a la Comisaría Residente) Pablo José Hernández Rivera. Este joven abogado parte desde una convicción pasmosa que niega la situación colonial de Puerto Rico.
O sea, la tara del colonialismo se lleva en la sangre ponceña. No basta con caras nuevas, lo que se necesitan son mentes que esclarezcan entuertos, cambien lo que haya que cambiar y resuelvan problemas fundamentales. Mentes que vayan más allá de las pobrezas intelectuales de los que dirigen nuestra patria. !Luz, lo que quiero es luz¡ decía el filósofo Goethe.


Nuestra política de berrinche y corrupción cuasi tolerada es fétida y nociva para el pueblo trabajador. Hay una matriz colonial que ha delineado nuestras urgencias y nuestras tragedias.
En toda gestión que intente el gobierno de turno está el cerrojo de los poderes de la metrópolis.


Todo, absolutamente todo, desemboca en el entramado colonial. Habrá instancias marginales que nos permitan cierta autonomía, pero el poder soberano radica en Washington D.C. y en la Junta de Supervisión Fiscal como su perro cancerbero.
Es urgente que erradiquemos las castas negacionistas que creen tener los privilegios de los apellidos y los supuestos mandatos de la razón política.

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