Wednesday, May 1, 2024
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La ética y la inclusión en las sesiones SPICOTERAPÉUTICAS: Un enfoque vital

Por: Luis Ibrahyn Casiano

La ética en el servicio a pacientes de salud conductual y mental es un tema fundamental en el campo de la atención clínica. Los(as)(es) profesionales de la salud mental y conductual se enfrentan a desafíos únicos debido a la naturaleza delicada de sus interacciones con los pacientes y las complejas cuestiones éticas que surgen en el proceso de tratamiento. La ética en la atención de la salud mental y conductual se basa en los principios fundamentales de respeto, beneficencia, no maleficencia y justicia. Estos principios proporcionan una base sólida para guiar las acciones de los profesionales y garantizar el bienestar de los pacientes. El respeto a la autonomía del paciente es un principio clave en la ética de la salud mental. Como señala Beauchamp y Childress (2009), “el respeto a la autonomía implica respetar la capacidad del individuo para tomar decisiones informadas sobre su tratamiento y vida”. Los terapeutas deben trabajar en colaboración con los pacientes, involucrándolos en la toma de decisiones y respetando sus preferencias personales. La confidencialidad es otro aspecto fundamental de la ética en la salud mental. Fisher y Harrison (2017) afirman que “la confidencialidad es esencial para establecer la confianza en la relación terapéutica”. Los(as)(es) pacientes deben confiar en que sus conversaciones y registros se mantendrán confidenciales, a menos que haya un riesgo claro para su seguridad o la de otros.


Por otro lado, la justicia se relaciona con la equidad en la distribución de recursos y el acceso a la atención de salud mental. Como menciona Daniels (2008), “la justicia exige que se aborden las disparidades en el acceso a la atención de salud mental y que se brinde tratamiento equitativo a todos los pacientes”. Los profesionales de la salud mental deben esforzarse por eliminar y/o minimizar, no solo la sintomatología, sino que las barreras económicas y culturales que impidan el acceso equitativo a la atención. Ante esto, es importante destacar que la psicoterapia es un proceso profundamente personal en el que individuos buscan ayuda para abordar problemas emocionales, mentales y conductuales. En este contexto, la inclusión se convierte en un valor fundamental. La inclusión implica reconocer, respetar y valorar las diferencias culturales, étnicas, religiosas, de género, de orientación sexual y de capacidades en el proceso terapéutico. Dentro de los elementos importantes se encuentra, el reconocimiento de la diversidad del paciente. Los terapeutas deben estar comprometidos con la inclusión desde el principio, entendiendo que cada individuo es único en términos de su identidad, experiencias y necesidades. Es por lo que la terapia debe ser culturalmente competente para ser verdaderamente inclusiva. La competencia cultural implica reconocer las diferencias y abordarlas como un aspecto natural enmarcado en la aceptación de la biología de las personas, como también de sus vivencias, las cuales ayudan a formar a la persona en un todo hasta ese momento donde llega a sesión, en continuidad y evolución. Ello significa adaptar enfoques terapéuticos que reflejen la cultura, las creencias y los valores de los pacientes; de estos ser limitantes, se darán cuenta en el proceso, y ejerciendo su autonomía modificarán desde el reconocimiento de esa verdad.


Aunque el lenguaje inclusivo hoy tiene muchos detractores, es un factor imprescindible en casos donde de ello depende el vínculo terapéutico desde la afirmación para quien no la encuentra en ninguna otra parte, siendo en gran medida una de las situaciones que le crean incomodidad emocional al paciente. Los terapeutas deben ser conscientes de las palabras que utilizan y estar dispuestos a corregirse si cometen errores. La inclusión implica crear un entorno seguro y de confianza para los pacientes, para ello, trascender nuestras propias barreras culturales es importante; con ello se establecen relaciones terapéuticas sólidas y seguras que fomentan la apertura y la honestidad. Esto último, se logra abordando los sesgos que alimentan el prejuicio, pues debemos ser conscientes de ello y trabajar activamente para abordarlos; en esto, el autorreconocimiento implica un compromiso constante con la educación y la reflexión personal. La inclusión en las sesiones psicoterapéuticas es esencial para brindar atención de calidad a todas las personas, independientemente de sus particularidades. Como citamos, reconocer la diversidad, ser culturalmente competente, utilizar un lenguaje inclusivo, fomentar la seguridad y la confianza, y abordar los sesgos son componentes esenciales de un enfoque inclusivo en la terapia. En palabras de Rogers (1957), “La aceptación y el respeto son esenciales para ayudar a las personas a explorar y comprender sus experiencias internas y lograr un cambio positivo”. La inclusión en la terapia no solo es ética, sino que también promueve resultados terapéuticos más efectivos y significativos.

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