Lcdo. Fernando A. Cuevas Quintana, LCSW
Trabajador social clínico.
Especialista en derechos humanos, niños y familias.
Actualmente estudiante doctoral en trabajo social.
El desarrollo de relaciones saludables entre personas adultas y la niñez es un proceso que requiere espacios de calidad y comunicación comprensible entre ambas partes. En la búsqueda de construir vínculos sólidos y significativos, es fundamental considerar una serie de puntos claves que faciliten estas dinámicas saludables.
En primer lugar, la afectividad saludable juega un papel crucial en la construcción de relaciones sólidas. Esta afectividad se nutre de la expresión genuina de los sentimientos. Por ejemplo, puedes demostrar sinceridad y el cuidado mutuo desde acciones tan cotidianas como preguntar: ¿cómo estás luego de la conversación que tuvimos? recuerda que puedes hablar conmigo si lo deseas” o identificar sus emociones con frases como: “te pusiste triste cuando no viste a tu perrito”. Esto ayuda a dejarle entender a la niñez que estamos presentes y son importantes para nosotros.
Es importante cultivar un ambiente en que la niñez se exprese libremente, sin condiciones, promoviendo así un vínculo emocional profundo y duradero.
Asimismo, es necesario evitar que las preconcepciones de la niñez dirijan nuestras acciones y decisiones en las relaciones interpersonales. Muchas veces, nuestros deseos o anhelos no cumplidos en la infancia pueden influir en nuestras relaciones adultas, generando expectativas poco realistas o conflictos sin fundamento. Es vital reconocer y trabajar en estas áreas para poder establecer relaciones basadas en la realidad y la aceptación mutua fundamentada en el presente.
En este sentido, es esencial enfocarse en los aspectos positivos y el esfuerzo tanto propio como de la niñez en el desarrollo y mantenimiento de la relación. Celebrar los logros, reconocer el trabajo duro y valorar las cualidades de la niñez fortalece el lazo afectivo y fomenta un sentido de aprecio mutuo.
Además, priorizar espacios para la conexión familiar y el ocio contribuye significativamente a fortalecer las relaciones afectivas para así promover un ambiente de confianza y armonía. Estos momentos compartidos permiten construir recuerdos agradables y aumentar el sentido de pertenencia y unidad.
Para garantizar una convivencia armoniosa y adaptativa, es fundamental crear acuerdos claros y ajustados a la realidad familiar como un sistema dinámico que inevitablemente interactúa y cambia constantemente. Establecer límites claros, comunicarse de manera abierta y respetuosa, y estar dispuesto a negociar y comprometerse son aspectos clave en la construcción de relaciones saludables y equilibradas.
Es importante tener en cuenta que nuestro comportamiento y actitudes influyen directamente en el desarrollo y bienestar de la niñez. Por lo tanto, debemos trabajar en la transformación de nuestras propias conductas, siendo conscientes de que nuestras acciones tienen un impacto significativo en la niñez.
Es crucial favorecer espacios de confianza y alejarse de establecer barreras basadas en el miedo o el poder impuesto. Una relación basada en la confianza mutua y el respeto abre la puerta a la comunicación honesta, el entendimiento y la resolución constructiva de conflictos, fortaleciendo así el lazo emocional y promoviendo un ambiente de seguridad y bienestar emocional para todas las personas involucradas.
Les invito a estar atentos a lo que les llamo “oportunidades camuflajeadas” refiriéndome a aquellos mensajes que la niñez transmite a través de conductas o acciones que se pueden transformar en oportunidades para fomentar una relación saludable y sólida con la niñez. Por ejemplo: un niño que comienza a llorar fuertemente, puede significar una “oportunidad camuflajeada” que sirva para auscultar sus sentimientos, identificar sus razones, validarles y mostrase a la disposición para acompañarles si así lo necesitan. Es decir, aquello que puede de inmediato interpretar como un momento incómodo, al final puede ser un gran paso acertado hacia el bienestar relacional.
