Por Krystal Pérez
Con el lema “Buen vivir, un cambio transformador para un futuro compartido” se celebró el 19 de marzo, Día Mundial del Trabajo Social. El “buen vivir” es un principio constitucional basado en el ´Sumak Kawsay´, que recoge una visión del mundo centrada en el ser humano, como parte de un entorno natural y social.
Este año el lema tiene sus raíces en una agenda global que destaca el papel transformador que desempeña el profesional del trabajo social a la hora de impulsar el cambio y la necesidad de que se adopten enfoques innovadores desde la comunidad.
El mundo enfrenta crisis multifacéticas, y Puerto Rico no es la excepción. Estas crisis van desde conflictos violentos, degradación ambiental y pobreza persistente que implican desafíos y aspiraciones contemporáneas en la intervención de los profesionales del trabajo social.
Un elemento central de este cambio transformador es el principio del “Buen Vivir” que propone un modelo humanista y solidario, y cuyo centro es el ser humano. Esta filosofía, proveniente de los indígenas, subraya la importancia de la interconectividad, la reciprocidad, la correspondencia y la complementariedad en las relaciones humanas y nuestro vínculo con la naturaleza. Nuestro objetivo es defender este principio, fomentando un mundo ecosocial que se nutre de la inclusión, el respeto, el entendimiento mutuo y la defensa de los derechos humanos.
Esta fecha conmemora el compromiso, la contribución y la labor del profesional del trabajo social como conocedores de primera mano de la realidad social, líderes del cambio y de la intervención social e impulsores de las luchas y las garantías de los derechos sociales de la ciudadanía.
En Puerto Rico, observamos como distintos panoramas afectan la calidad de vida de la ciudadanía. Desde Río Piedras se lucha en contra de alteraciones a la cuenca hidrográfica que impacta a las comunidades. Estas mismas comunidades son quienes reclaman un alto y solicitan participar en la planificación ambiental para la toma de decisiones. De no lograrse una integración, se nos presenta nuevamente el dilema de desplazamiento que muchas otras comunidades han sufrido por una falta de consideración desde el Estado y las subsidiarias contratadas.
El desplazamiento ha sido un problema social ignorado y que no ha tomado el auge merecido en estos pasados años. Especialmente, con los incrementos de arrendamientos a corto plazo, que sólo benefician al foro turístico, descartando a las propias personas borinqueñas con necesidades de seguridad de vivienda. Es imperativo reclamar regulación a este negocio.
Así mismo, se impactan las comunidades de Vieques y Culebra que en adición al desplazamiento, continúan con los mínimos recursos para sustentar seguridad, acceso a servicios de salud, apoyo de transporte accesible y libre de costo, apoyo para el fomento y desarrollo de crecimiento comunitario y de negocios.
