Por Dr. Christian Valentín
“Tienes que pasarlo de grado aunque no sepa leer.”
Inconcebible, pero es la realidad que experimentan los educadores de ciertas escuelas del sector público y privado alrededor de Puerto Rico. Y aunque parezca una decisión poco racional, se ha vuelto, en muchas instancias, la “norma.” Y aunque es especulativo detallar desde cuándo el sistema educativo tradicional, público y privado, dio paso a mitigar los estándares educativos; sin duda, es un fenómeno que no necesariamente parece intrigar a los padres y madres de aquellos estudiantes que rezagan destrezas fundamentales literarias.
No obstante, para el 1993, Neil Postman describió en su libro Technopoly, las implicaciones sociales que conllevaría una cultura bombardeada de información constantemente. Aunque dicho escrito fue publicado en el siglo XX, hace resonancia con los problemas sociales que experimenta el sistema educativo contemporáneo de Puerto Rico. Como bien expuso el autor, “la razón por la que muchos niños no pueden o no quieren aprender a leer, o no pueden organizar su pensamiento en una estructura lógica, ni prestar atención en el salón de clase por más de unos minutos, no es porque sean estúpidos o no tengan la capacidad de hacerlo, la razón es porque viven en una guerra mediática.” En palabras simples, vivimos en la Cultura del Caos Mediático, en donde no parece interesarnos tener cierto control de la información que consumimos diariamente.
Para entender el problema de la educación, es necesario entender por qué surgió la escuela en primer lugar. Históricamente, la escuela fue el producto de una tecnología novedosa, en este caso la imprenta. Por tanto, siendo la escuela el producto de una innovación tecnológica, la escuela dictaba ciertas destrezas como esenciales para así ser entes funcionales ante esta nueva revolución tecnológica. Algunas de estas destrezas residían en la capacidad de memorizar, leer críticamente, y de sintetizar información. Pues, eso es lo que requería este nuevo artefacto llamado el libro. Por ende, aquel que demostraba estas destrezas se consideraba una persona inteligente.
Pero como bien propone Postman (1993), no hay razón de presumir que el sistema educativo siempre valorizará estas destrezas como esenciales para ser considerado como una persona inteligente, o digamos socialmente funcional. “Con el tiempo, el tipo de estudiante que actualmente es un fracaso, por ejemplo, el que no le interesa memorizar, comprender lo que lee, podría ser considerado un éxito en el futuro.”
Hoy día, si un infante aprende a utilizar un celular, se vislumbra como un infante potencialmente “inteligente.” De igual manera, el joven que encuentre, o produzca información de manera más inmediata, ya sea por Google o ChatGPT, se considera como “inteligente,” aunque así no comprenda la información que encuentre o genere. Ya que, para la Cultura del Caos Mediático, lo que lo hace “inteligente,” es dominar la tecnología del momento.
Dicho de otro modo, la concepción de lo que se considera una persona educada y/o exitosa, ha cambiado sin nosotros percatarnos. La tesis principal de Neil Postman, es que toda tecnología cambia—inconscientemente—nuestra forma de pensar, y de concebir la realidad. A mi modo de ver, esto describe, hasta cierto punto, porque cada vez se hace más notorio que las instituciones académicas permitan que los estudiantes pasen de grado aún sin las destrezas que tradicionalmente se consideraban como fundamentales.Ya que si un niño no aprende a leer, pero domina muy bien un smartphone, y tiene muchos seguidores en TikTok, bajo los esquemas de la cultura mediática, presumimos que debe ser visto “inteligente” y/o “exitoso.”
Por dicha razón, es irrelevante debatir si se debe o no usar la tecnología en el salón de clases. El dilema sobre el uso de la tecnología, en el Siglo XXI, no recae en el debate si el sistema educativo debe o no “adaptarse” a las tendencias modernas, sino que debe enfocarse en entender cómo el Internet ha cambiado la concepción, o la idea, de lo que implica, o significa, ser un ente educado.
