miércoles, agosto 20, 2025
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Castigo con reptiles, ayuda que nunca llega al oeste

Por Luis Y. Ríos-Silva, MBA, PhD
(c) Catedrático – Universidad del Sagrado Corazón.

En el corazón de los Everglades de Florida, entre caimanes y pantano, se levantará este mes una cárcel migratoria financiada por la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA). Se llama Alligator Alcatraz, y más allá de su nombre irónico, representa una grave contradicción moral y administrativa: FEMA tiene fondos para encerrar migrantes entre reptiles, pero no para terminar la reconstrucción de miles de hogares en el oeste de Puerto Rico.


Pueblos como San Germán, Sabana Grande, Hormigueros, Maricao, Cabo Rojo y Mayagüez aún conservan techos de toldos azules o estructuras improvisadas. Han pasado más de seis años desde que los huracanes María e Irma devastaron la región, y sin embargo, miles de familias siguen esperando por la asistencia prometida.


De los $62 mil millones asignados a Puerto Rico para la recuperación, menos del 35% se ha desembolsado efectivamente (Hispanic Federation, 2024). Muchos de esos fondos siguen estancados en procesos burocráticos, mientras en Florida FEMA financia un centro de detención en una zona salvaje donde los mismos animales hacen el trabajo de vigilancia.
El fiscal general de Florida lo dejó claro: “La naturaleza hace mucho en el perímetro. No hay forma de entrar ni de salir” (AP News, 2025). Esa prisión no es para criminales violentos, sino para inmigrantes sin historial delictivo. Gente que, como muchos en esta isla, solo busca una vida digna.


Lo más preocupante para nosotros es que Puerto Rico está bajo la jurisdicción de ICE en Florida, lo que significa que incluso puertorriqueños podrían terminar en ese tipo de instalaciones si son confundidos o maltratados, como ya ha ocurrido en otros estados.
El contraste es vergonzoso. Hay dinero para castigar, pero no para reparar. Para levantar jaulas, pero no para levantar techos. ¿Cuál es el mensaje que se le envía al ciudadano que lleva años esperando? ¿Que su dolor puede esperar, pero la cárcel no?


Es justo preguntarse: ¿por qué se trata con crueldad al que migra por necesidad, mientras se posterga la ayuda al que sobrevive con dignidad?


La reconstrucción del oeste no puede seguir en pausa. Cada techo sin reparar, cada familia olvidada, es una herida abierta. Y cuando un gobierno invierte más en encierro que en compasión, todos estamos en riesgo.

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