Por Manolo Rodríguez
Es sorprendente cómo un sector de la población intenta minimizar el sentimiento patriótico que muchos expresaron tras asistir a un concierto. Es cierto que el concierto de Bad Bunny fue, y probablemente será por mucho tiempo, uno de los eventos más significativos en Puerto Rico. Sin embargo, afirmar que su impacto generó una efervescencia patriótica genuina es exagerado.
Benito Antonio, con su más reciente producción DTMF, logró que géneros musicales que muchos jóvenes habían dejado de escuchar resurgieran, en especial la plena, que prácticamente estaba en vía de extinción en las ondas radiales. Esto es algo que debemos reconocerle e incluso agradecerle. No obstante, esto no significa que la juventud que asistió a los conciertos en el Coliseo José Miguel Agrelot continuará consumiendo estos ritmos de forma consistente, ni que de repente experimentará un profundo amor patrio que antes no sentía. Pensar así es, cuanto menos, ingenuo e incluso irresponsable.
Tras finalizar el concierto, la mayoría de los jóvenes y adultos simplemente continuaron escuchando el disco de Bad Bunny y conservaron en sus redes sociales las expresiones de orgullo patrio que vivieron durante las tres horas que duró el espectáculo. Debemos internalizar que este fenómeno no representa un cambio real en la juventud hacia la búsqueda de una mejor sociedad. Lo que vivimos fue, más bien, una consecuencia del deseo generalizado de ser parte de las “tendencias” en redes sociales y de montarse en la ola del momento.
Como estamos viendo tras concluir la serie de conciertos, todo ha vuelto a la normalidad. Muchos de los que lucieron más “patriotas” durante esos días han regresado a su rutina, aceptando nuevamente el desgobierno que ha marcado nuestra realidad por décadas.



