Frankie E. Ruiz Jiménez
En Puerto Rico cada vez que ocurre un desastre natural o crisis social, se pone a prueba la capacidad del gobierno para responder de manera eficaz. En múltiples ocasiones tras el paso de un desastre natural, han sido las comunidades organizadas las que han demostrado que la reconstrucción comienza desde la comunidad. La experiencia de organizaciones como la Brigada Solidaria del Oeste nos enseña cómo la participación ciudadana puede convertirse en un mecanismo de resiliencia y justicia social.
Tras el huracán María en 2017 la Brigada se movilizó con rapidez ante el colapso sistemático del país entero. Sin esperar por FEMA ni por las agencias gubernamentales, esta entidad se coordinó y logró la distribución de alimentos, agua, medicinas y artículos esenciales en pueblos del sur y del oeste de la isla. Ese esfuerzo fue un ejemplo de lo que es capaz la comunidad cuando se toma acción colectiva ante el abandono de las instituciones gubernamentales.
Años más tarde, tras los terremotos del 2020, la Brigada Solidaria volvió a ser ejemplo de participación activa, haciendo campamentos, ofreciendo atención médica y creando espacios de bienestar y educación para los niños. Según el artículo redactado por el Centro de Periodismo Investigativo en el 2024 tras el paso de la tormenta Ernesto, “ante un desastre natural, las organizaciones comunitarias suelen ser la primera línea de apoyo directo a la gente. Incluso pueden brindar una ayuda más inmediata que la del municipio o agencias de gobierno”. Esta cita confirma que las organizaciones comunitarias creadas por el pueblo tienen una capacidad de coordinación que incluso supera lo tradicional en algunas ocasiones. Este modelo demuestra que las comunidades tienen la capacidad de resistir ante desastres naturales y pueden crear estructuras sólidas, en manos de los ciudadanos capaces de tomar acción en momentos de crisis en donde el estado es ineficiente.
No obstante, estas acciones no deben interpretarse como sustitutos del Estado. El reto está en que las agencias del gobierno se coordinen y ayuden a estas entidades para una planificación más inclusiva, de manera que todos puedan formar parte activamente mientras se tiene un impacto real y necesario. Ignorar el rol de las comunidades organizadas daña la posibilidad de un país más participativo en donde se toman en cuenta las perspectivas de todos.
En resumen, la lección es bastante clara. Ante los desastres naturales, o las crisis que le siguen, provocadas por la ineficacia y la negligencia, la participación ciudadana no solo salva vidas, sino que sustituye el trabajo del estado temporeramente. En palabras que resumen esta forma de afrontar crisis, la Brigada Solidaria del Oeste afirma que “solo el pueblo salva al pueblo.”



