Por Joel Hernández Rivera.
Especialista en Logística Global y Corredor de Bienes Raíces.
La inflación es uno de los fenómenos económicos más discutidos en la actualidad. Se define como el aumento sostenido y generalizado de los precios en la economía, pero en la práctica significa que el dinero rinde menos y el costo de vida sube. Puerto Rico, por su dependencia de las importaciones, se encuentra en una posición particularmente vulnerable frente a este escenario.
Hoy no enfrentamos una inflación causada únicamente por exceso de demanda, como en otras épocas, sino por factores estructurales y externos. Los choques en la oferta global como las interrupciones en las cadenas de suministro, los aumentos en la energía, las tensiones geopolíticas y los efectos del cambio climático sobre la producción agrícola han presionado los precios de manera continua. A esto se suma la depreciación de la capacidad adquisitiva de los hogares puertorriqueños, donde los salarios no crecen al mismo ritmo que los costos.
El caso de Puerto Rico es aún más complejo. Importamos cerca del 85% de lo que consumimos, lo que significa que cada alza en los mercados internacionales de alimentos o combustibles llega directo al bolsillo del consumidor local. Además, la ausencia de una política monetaria propia limita nuestra capacidad de respuesta, pues dependemos de las decisiones de la Reserva Federal de los Estados Unidos, cuyo objetivo no necesariamente coincide con nuestras realidades económicas.
Frente a esta situación, la pregunta no debe ser únicamente cómo resistir, sino cómo adaptarnos con inteligencia. La respuesta está en lo local. Fortalecer la producción agrícola interna, apostar por cadenas de suministro más cortas y apoyar al comercio puertorriqueño.
Del mismo modo, urge promover la educación financiera en las comunidades, el consumo consciente y la inversión en energías renovables que reduzcan costos a mediano plazo. Una economía más diversificada y menos dependiente es la mejor defensa contra la inflación importada.
El reto no desaparecerá pronto. Según los modelos económicos actuales, la inflación global tenderá a moderarse, pero seguirá siendo volátil mientras persistan las tensiones geopolíticas y el impacto del cambio climático en los mercados agrícolas y energéticos. Puerto Rico, por tanto, necesita adoptar una visión estratégica: reducir su vulnerabilidad y construir resiliencia desde la base comunitaria.
La inflación nos recuerda que lo global siempre impacta lo local. Pero también nos ofrece la oportunidad de repensar nuestra economía. El verdadero cambio comienza en nuestras decisiones como consumidores, en nuestras comunidades organizadas y en la voluntad de asumir un nuevo modelo económico. Puerto Rico puede y debe enfrentar esta tormenta no con resignación, sino con visión.