jueves, junio 5, 2025
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Jugando por placer: Día Mundial del Derecho al Juego

Por Fernando A. Cuevas Quintana Profesor Universitario.


En un mundo donde la prisa, la productividad y las estructuras sin cuestionamientos dominan, jugar se ha vuelto un acto casi revolucionario. La defensa del juego como derecho social no es una propuesta reciente ni simple, se trata de una exigencia que busca reconocer la humanidad en todas las personas. El juego es mucho más que un entretenimiento, es cultura, identidad, expresión, comunidad, disfrute y hasta dignidad.
Desde hace 11 años, en el Colegio de Profesionales del Trabajo Social de Puerto Rico (CPTSPR), hemos abrazado la defensa del derecho al juego como parte esencial de nuestro compromiso con los derechos humanos. Lo hemos hecho convencidos de que toda persona necesita espacios seguros y significativos para jugar. Esa acción que en las personas produce placer, goce y les acerca a interacciones profundas y memorables.


La historia de esta celebración comenzó en plazas, comunidades, calles, organizaciones sin fines de lucro, escuelas y centros de fe, donde redescubrimos que jugar es también una forma de ser libres. Resistiendo al aislamiento, al individualismo, a la mercantilización de los cuerpos y al aislamiento provocado por la tecnología, que aleja a las personas del calor humano. En contextos de emergencia, como lo fue la pandemia, jugar se convirtió en medicina emocional. Mientras que, durante los huracanes, el juego volvió a enseñarnos que lo esencial no siempre se puede contar ni medir, pero sí vivir.


Hoy sabemos que el juego, ese que se aprende de generación en generación y expresado en diversas formas, es patrimonio cultural de nuestras comunidades. A través de él, la gente se encuentra, se narra, se recuerda y cuentan grandes historias. Soy testigo de como una ronda de “Chequi Morena” o Simón dice” despierta memorias dormidas y risas compartidas con tan solo comenzar a jugar.


El derecho al juego necesita con urgencia apoderarse de los espacios, no se conquista con nostalgia, requiere acción concreta, mirada crítica y voluntad política. El juego ha sido silenciado por múltiples obstáculos estructurales, desde la falta de espacios públicos seguros, hasta el bombardeo de agendas educativas rígidas que no permiten un juego libre. Sin olvidarnos de la marginalización de las personas con diversidad funcional o incluso la comercialización agresiva que transforma el juego en puro consumo, siendo minimizado a la palabra “juguete”.


Hoy, 28 de mayo, Día Mundial del Derecho al Juego nos acercamos a recordar que jugar es un acto profundamente natural y humano que alimenta el desarrollo integral, fortalece la salud emocional y propicia vínculos saludables, pero que no necesita tener beneficios para ser importante para todos y todas. Defender el juego es también defender la libertad de imaginar, la capacidad de crear mundos nuevos, es afirmar que cada persona merece vivir en alegría. Este año celebramos con fuerza renovada y lo hacemos desde el amor, desde el activismo y desde la certeza de que, sin importar la edad, queremos jugar.


Cada actividad, cada comunidad que se une, cada escuela, cada comunidad de fe, cada organización que juega, es parte de este esfuerzo de transformación y liberación. El juego no como un acto secundario o complementario, sino como parte de nuestras formas diversas de vivir y conectar. Sigamos jugando y luchando por ese derecho que nos recuerda vivir, las risas compartidas, el tiempo sin apuro, la magia de imaginar juntos.
Recuerda que jugar no es perder el tiempo, es recuperarlo ¡A Jugar!

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