Por Migdalia González, MBA VP del PPD y exsenadora.
Ocupar un escaño en la legislatura, como el Senado de Puerto Rico, exige mucho más que buena voluntad o aspiraciones personales. Requiere preparación, conocimiento y, sobre todo, una genuina intención de trabajar por el bienestar de los constituyentes. La capacidad no se improvisa. Llegar a ese espacio sin comprender los procesos legislativos, sin tener una visión clara de lo que se quiere lograr o sin entender las realidades del país, solo contribuye al estancamiento del progreso.
Cada senador o senadora tiene el derecho —y el deber— de ejercer su función con iniciativa propia. No se trata de copiar lo que hizo quien ocupó el escaño antes, ni de borrar el historial legislativo para imponer una nueva marca. Se trata de respetar el trabajo previo y, a partir de ahí, aportar con nuevas ideas y propuestas pertinentes a los tiempos. Tener iniciativa no significa desconocer lo que se hizo antes, sino construir sobre eso, reconociendo el esfuerzo colectivo.
Durante mi tiempo en el Senado, presenté medidas que atendían las necesidades reales de la gente y ejercí una función de fiscalización firme al gobierno de turno, precisamente porque muchas veces no se cumplía con el deber ministerial de gobernar bien. Sin embargo, recientemente hemos visto cómo se radican las mismas medidas legislativas que radicamos antes, sin una coma añadida, sin una tilde corregida, y sin el contexto que les dio origen. Eso no es continuidad; es falta de orientación y compromiso.
Nuestro país merece legisladores que lleguen al Capitolio sabiendo por qué están allí, con qué intención y con qué preparación. Cada medida debe ser pensada, redactada y defendida con conocimiento de causa. Las comunidades necesitan soluciones concretas, no protagonismo vacío. El rol legislativo es uno de servicio, no de imitación.
Por eso insisto: antes de aspirar a una silla legislativa, es vital prepararse. No basta con el deseo; hay que tener las herramientas. Porque solo con conocimiento y capacidad se pueden adelantar verdaderamente las causas de quienes representamos. El pueblo observa, evalúa y, finalmente, decide. Que cada acción desde el Capitolio esté respaldada por la integridad, el respeto al trabajo ajeno y un firme compromiso con el futuro de Puerto Rico. Esa es la ruta que dignifica el servicio público.