Por Edgar León Nayala.
El sistema de permisos de negocio y construcción en Puerto Rico se ha convertido en uno de los obstáculos más severos y más absurdos para el desarrollo económico de la Isla. Emprendedores, desarrolladores, pequeñas empresas y hasta organizaciones comunitarias se enfrentan a un laberinto burocrático donde distintas agencias gubernamentales exigen documentos emitidos por el mismo gobierno, duplicando procesos, creando contradicciones internas y forzando a los ciudadanos a esperar meses o años por un permiso que, en cualquier jurisdicción moderna, podría emitirse en cuestión de horas.
Esta práctica no solo es ineficiente; paraliza el desarrollo económico, desincentiva la inversión y perpetúa la condición de quiebra fiscal en la que Puerto Rico se encuentra desde hace más de una década. Resulta inconcebible que un país que busca atraer inversión carezca de un sistema de permisos unificado, digitalizado y orientado al servicio.
Un sistema que pide al ciudadano lo que el gobierno ya tiene
Una de las fallas más graves es que las agencias piden al ciudadano documentos que ya obran en poder del propio Estado. Certificaciones de Hacienda, CRIM, permisos ambientales, patentes municipales, titularidad de propiedades, certificaciones de inspección. Todo emitido por agencias del mismo gobierno, pero desconocido entre sí por falta de integración tecnológica. El ciudadano termina fungiendo como “mensajero” entre oficinas públicas que, en teoría, deberían estar conectadas bajo un sistema común.
Este ciclo absurdo genera retrasos interminables, gastos innecesarios y un clima de frustración que empuja a empresas a desistir o mudarse fuera del país. En muchos casos, negocios que podrían crear empleos y actividad económica simplemente nunca abren sus puertas.
Una economía paralizada por la espera
Mientras el resto del mundo avanza hacia procesos automáticos, autoservicio y decisiones basadas en datos, Puerto Rico se mantiene atrapado en un modelo de documentación física, validaciones manuales y filas interminables. La burocracia en permisos ha sido señalada por múltiples informes económicos como uno de los principales factores que impide:
•Aumento en la construcción privada
•Crecimiento de pequeñas y medianas empresas
•Inversión extranjera
•Creación de empleos sostenibles
•Reactivación del sector manufacturero e industrial
•Mejoras en la competitividad global de la Isla
Un país que tarda años en aprobar permisos no puede competir en la economía del siglo XXI.
La solución: automatizar, integrar y unificar en una sola plataforma
La salida del problema no es misteriosa; es tecnológica. Puerto Rico necesita un sistema único de permisos, completamente digital, en el cual:
1.El ciudadano entra una sola vez. No hay múltiples plataformas, oficinas ni formularios duplicados.
2.Las agencias se comunican entre sí automáticamente. Si se requiere un documento del CRIM, Hacienda o Recursos Naturales, el sistema lo obtiene sin intervención del ciudadano.
3.Todos los datos se integran en una sola base de información gubernamental.
4.El proceso se mueve en tiempo real.
Validaciones automáticas permiten emitir permisos en minutos o días, no en años.
5.Cada empresa recibe un expediente digital único, accesible por todas las agencias
pertinentes.
6.El proceso culmina en un solo documento electrónico, que representa todos los permisos necesarios, verificados y actualizados.
Este modelo existe en ciudades y países con sistemas mucho más complejos que Puerto Rico: Estonia, Singapur, Emiratos Árabes Unidos, ciudades de Estados Unidos como Austin, Boston y Phoenix, entre muchas otras.
Promover la empresa y liberar la economía
Puerto Rico no puede aspirar a salir de la quiebra si mantiene un sistema que sofoca la innovación y aplasta al pequeño empresario bajo el peso del papeleo. Un sistema moderno de permisos no solo aceleraría la actividad económica, sino que enviaría un mensaje claro: Puerto Rico está abierto para hacer negocios.
La digitalización, automatización e integración son más que mejoras administrativas; son pilares esenciales para construir una economía ágil, competitiva y capaz de atraer y retener inversión.
Si aspiramos a un Puerto Rico próspero, debemos comenzar por derribar el muro burocrático que nosotros mismos hemos construido.



