jueves, septiembre 25, 2025
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Educación y efectividad de la IA: la encrucijada de Puerto Rico

Por Ivelisse Arroyo

El sistema educativo público de Puerto Rico se encuentra en un punto crítico. En el 2019 había casi 293,000 estudiantes en las escuelas públicas; para el otoño de 2024, esa cifra cayó a 234,819, una reducción de un 20% en apenas cinco años, según reportó un portal noticioso recientemente. Hoy existen apenas 858 planteles activos, cuando hace una década eran más de 1,400. Esta contracción no es solo demográfica: revela un sistema que no logra preparar a los jóvenes para el mundo laboral ni para la era digital.


Graduarse sin aprender lo esencial

Según el Centro Nacional de Estadísticas de Educación (NCES, por sus siglas en inglés), aunque la tasa de graduación de escuela superior es de 74%, comparable a ciertos estados de EE. UU., las pruebas de aprovechamiento muestran otra realidad. Solo 39% de los estudiantes alcanzan nivel básico en Español, 36% en Matemáticas, 35% en Inglés y 43% en Ciencias, según las Pruebas Puertorriqueñas de Aprovechamiento Académico. En contraste, en el promedio nacional de EE. UU., según National Center for Education Statistics, la graduación supera el 87%, con mejor dominio de destrezas fundamentales.
Es decir, Puerto Rico gradúa estudiantes, pero no necesariamente los forma con las competencias mínimas. En la práctica, un diploma no garantiza preparación para el futuro.


Alfabetización: leer no es comprender

Macrotrends reportó que la Isla exhibe una tasa de alfabetización adulta de 92.4%. Sin embargo, alfabetización no equivale a comprensión lectora ni a pensamiento crítico. Estas deficiencias son las mismas que luego afectan la capacidad de interactuar eficazmente con nuevas tecnologías como la inteligencia artificial.


IA: un espejo de la educación

La inteligencia artificial se presenta como la solución rápida: personalizar clases, traducir contenidos y aliviar la carga docente. Pero un hallazgo clave del MIT Sloan (2024) es que el
50% del rendimiento de la IA depende de la calidad de los prompts humanos, no del modelo en sí.


En otras palabras, la IA amplifica la capacidad de quien sabe preguntar bien. Si los estudiantes carecen de comprensión lectora, razonamiento lógico y pensamiento crítico, la IA será poco más que un espejo de esas limitaciones. Peor aún, los llamados prompt injections, ataques que manipulan los sistemas de IA, ya son considerados el riesgo de seguridad #1 en 2025, según la Fundación OWASP (Open Web Application Security Project, por sus siglas en inglés).


La brecha educativa se convierte así en una brecha digital: los estudiantes con formación sólida aprovecharán la IA como catalizador; los que no, dependerán de respuestas superficiales que refuerzan su rezago.


Una agenda inaplazable
Si queremos que la IA sea herramienta de equidad y no de exclusión, Puerto Rico necesita una agenda educativa clara: invertir en planteles resilientes y tecnológicos:
No se puede aprender ni enseñar bajo calor extremo ni en edificios deteriorados.
Enseñar alfabetización digital e IA desde temprano. La capacidad de diseñar prompts efectivos debe ser una destreza cívica, al mismo nivel que leer o escribir.
Garantizar dominio real en materias básicas. Español, inglés, matemáticas y ciencias son la base que determina si un joven podrá usar la IA de manera crítica y productiva.
Equilibrar competitividad y cultura. Preparar a los estudiantes para un mercado laboral global, sin perder su identidad puertorriqueña.


La decisión es generacional
Puerto Rico no puede permitirse graduar estudiantes que no entienden lo que leen ni lo que preguntan, porque esa deficiencia se moverá directamente a cómo interactúan con la IA. El sistema educativo no solo decide cuántos jóvenes terminan con diploma, sino cuántos estarán capacitados para aprovechar la revolución tecnológica que ya está aquí.
La educación ha sido siempre la escalera de movilidad de las familias puertorriqueñas. Si la descuidamos ahora, no solo fallaremos a nuestros estudiantes: condenaremos a toda una generación a quedarse atrás en la economía digital.

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