Foto por Freeman Rogers | The BVI Beacon
Un sofocante día del 2023, el pescador Zacchari Stoutt, de las Islas Vírgenes Británicas, se preparaba para tirarse al agua cuando observó algo inusual en el fondo del mar. Al principio, creyó que se trataba de un barco hundido.
“Era bastante visible”, recordó Stoutt, quien pesca langosta, pescado y caracoles junto a su padre y su hermano. “Pero al ponerme la máscara y mirar, noté que en realidad era un coral que se había vuelto pálido: blanco, como si lo hubieran sumergido en cloro”.
Stoutt presenciaba así, desde las Islas Vírgenes Británicas, el inicio de lo que los científicos ahora llaman el evento de blanqueamiento de corales global más severo de la historia.
Desde enero de 2023, el aumento en las temperaturas del océano ha afectado casi el 84% de las áreas de arrecifes de coral del mundo, causando un blanqueamiento masivo en las aguas de al menos 83 países y territorios, según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA en inglés). El calor excesivo hace que los corales expulsen las algas que los alimentan, dejándolos pálidos y vulnerables.
Para pescadores como Stoutt, el impacto es profundamente personal. Y en el Caribe, que alberga cerca del 10 % de los arrecifes de coral del planeta, las pérdidas van mucho más allá de los medios de sustento individuales: amenazan el turismo, la seguridad alimentaria y la protección costera en una región donde más de la mitad de la población vive a menos de una milla del mar.https://flo.uri.sh/visualisation/24474121/embed
El blanqueamiento de corales es un claro ejemplo de la injusticia climática global: países isleños como los que componen el Caribe, que aportan apenas una fracción de los gases de efecto invernadero del planeta, sufren muchos de los impactos más catastróficos del calentamiento global.
La crisis de los corales en el Caribe también es resultado de fallos en las políticas públicas locales y regionales. Durante décadas, los gobiernos no han protegido los arrecifes, incluso cuando los expertos han advertido sobre los riesgos.
“Fue a finales de los años 80 cuando la gente empezó a darse cuenta y decir: ‘Puede que tengamos problemas con estos ecosistemas’”, dijo Melanie McField, fundadora de Healthy Reefs for Healthy People, una organización sin fines de lucro que trabaja para proteger el Arrecife Mesoamericano de 625 millas de largo frente a la costa caribeña de México y Centroamérica. “Contaminación por aguas residuales, sobrepesca, sedimentación y escorrentías, los problemas son los mismos. No estamos atendiendo esos problemas”, indicó.

Foto por Freeman Rogers | The BVI Beacon
Ese patrón de negligencia continuó mientras el blanqueamiento reciente alcanzaba nuevos extremos, según una investigación liderada por el Centro de Periodismo Investigativo (CPI) de Puerto Rico que se extendió por un año en seis países del Caribe.
Incluso, durante las muertes masivas de corales en el punto álgido de la crisis en los meses más calurosos de 2023 y 2024, el CPI encontró que los arrecifes seguían siendo afectados por prácticas nocivas de décadas, deficiencias regulatorias, fallos en la aplicación de las leyes y una escasez crónica de fondos globales para prevenir y mitigar los daños.
Aun así, los científicos ven esperanza. Las intervenciones de emergencia que están en marcha en la región incluyen proyectos de bioingeniería, el estudio de arrecifes que han sobrevivido a condiciones extremas y la creación de “arcas” de arrecife de coral que son espacios controlados en los que se cultivan y preservan corales fuera del mar para reintroducirlos más adelante.
Sin embargo, la mayoría de estos proyectos son de pequeña escala y cuentan con poca financiación. Y con un 90 % de los arrecifes del mundo en riesgo de blanqueamiento cada año de aquí al año 2050 — si continúan las tendencias actuales de calentamiento —, los científicos advierten que el futuro del Caribe será sombrío si no se reducen drásticamente las emisiones globales y no se hacen nuevas inversiones de envergadura.
“La gente en estas islas no estaría aquí si no fuera por esos arrecifes de coral”, dijo Bryan Wilson, biólogo marino de la Universidad de Oxford que estudia los arrecifes en el Caribe y el Océano Índico. “Esos arrecifes de coral son su única línea de vida hacia el océano. Protegen las islas de las marejadas ciclónicas y huracanes. Brindan el pescado que comemos. Aportan el dólar del turismo que paga por gran parte de lo que sucede en las islas. Si perdemos esos arrecifes, las islas lo pierden todo. Literalmente todo”, alertó el biólogo.

Foto por Freeman Rogers | The BVI Beacon
“Un fenómeno salvaje”
Mientras buceadores como Stoutt observaban cómo los corales se volvían blancos como hueso bajo las olas del Caribe, Derek Manzello seguía de cerca la misma crisis, viéndola desde arriba. Como coordinador del programa Coral Reef Watch de la NOAA de Estados Unidos, Manzello monitorea los arrecifes de todo el mundo utilizando datos satelitales e informes de campo. En sus más de dos décadas en la NOAA, las buenas noticias han sido escasas, particularmente en el Caribe.
Incluso antes del reciente blanqueamiento, los científicos estimaban que la región había perdido entre el 50% y el 80% de su cobertura de coral duro desde que comenzó el monitoreo sistemático a finales de los años 70, dejando a los arrecifes del Caribe entre los más degradados y vulnerables del planeta.
Ahora, las temperaturas en aumento están acelerando el declive.
Los corales, animales constructores de arrecifes que se asemejan a pequeñas medusas, dependen de algas que conviven con los corales y dan alimento por medio de la fotosíntesis. Cuando las temperaturas oceánicas suben entre dos a cuatro grados Fahrenheit por encima de lo normal durante el verano, los corales a menudo expulsan las algas y se tornan blancos, que es el proceso conocido como blanqueamiento. Si las temperaturas bajan a tiempo, las algas pueden regresar y la recuperación es posible. Si no, los corales a menudo mueren, especialmente si ya están debilitados por la contaminación, la escorrentía, enfermedades u otros factores de estrés como la sobrepesca, el desarrollo o el turismo intensivo.

Foto por Mariane Aimar-Godoc | IGREC Mer
A mediados de 2023, con un evento climático de El Niño en marcha y las temperaturas en aumento, Manzello comenzó a ver señales preocupantes al sur de la costa este de Estados Unidos.
“A principios de julio, vimos el desarrollo de estrés térmico en Florida que batió récords por un amplio margen”, dijo Manzello al CPI. “Y desafortunadamente, este estrés térmico récord se desarrolló más ampliamente en todo el Caribe”.
Ese verano, algunos arrecifes de Florida experimentaron temperaturas de cinco grados Fahrenheit por encima del promedio durante una ola de calor marino; condiciones tan extremas que algunos corales se saltaron la etapa de blanqueamiento por completo. “Vimos lo que se llama pérdida rápida de tejido, que es básicamente observar a los corales muriendo y desprendiéndose de sus tejidos”, señaló Manzello. “Se calientan tanto y tan rápido que ni siquiera tienen tiempo para blanquearse, lo cual es un fenómeno salvaje”.
A medida que las aguas se enfriaron en los meses de invierno, algunos de los corales de la región se recuperaron. Pero los científicos, que aún están evaluando el daño, dicen que en otras áreas murió hasta el 100%.
Para el Caribe, los riesgos son particularmente altos. Los arrecifes de coral, a menudo llamados los “bosques tropicales del mar” cubren menos del 1% del fondo marino mundial pero albergan casi una cuarta parte de la biodiversidad marina. Solo en el Caribe, se estima que 41 millones de personas dependen en gran medida de ellos para su alimentación o sustento, según el Instituto de Recursos Mundiales con sede en Washington D.C.
Sin embargo, la crisis es casi invisible.
“El problema es que está sucediendo bajo el agua, donde la mayoría de la gente no lo ve”, dijo Marilyn Brandt, bióloga de corales en las Islas Vírgenes estadounidenses. “La persona promedio probablemente no tiene idea de que esto está sucediendo”.
El costo humano
Para pescadores como Stoutt, sin embargo, el blanqueamiento era demasiado obvio. Lo vio extenderse a través de los arrecifes en los que pesca en las Islas Vírgenes Británicas, muchos de los cuales aún se recuperaban del huracán de categoría 5 Irma, ocurrido hace seis años.
A unas 100 millas de distancia, en Puerto Rico, el pescador Miguel Ortiz dijo que el blanqueamiento obligó a los pescadores a tener que ir más lejos de la costa a medida que los arrecifes poco profundos disminuían.
“Notamos los cambios, vivimos con los cambios, pero también somos parte de ellos”, dijo Ortiz, y agregó: “La naturaleza es exigente: le está diciendo a la gente, le está diciendo al mundo, le está diciendo a los gobiernos: ‘basta ya de la contaminación para poder recuperarme de nuevo’”.
Los turistas también lo han notado. En la República Dominicana, la instructora de buceo, Julie Piron, dijo que los visitantes a menudo preguntaban sobre el coral pálido, pero seguían llegando a ver los peces. Le preocupa que eso cambie.
“Sabemos que nos afectará a largo plazo, porque cuantos más corales mueran, menos peces tendremos”, dijo Piron, natural de Bélgica. “Así que es todo como una espiral”.

Foto por Slow Dive Casa Chihuahua
Esa espiral se extiende más allá de los arrecifes. A medida que los corales se degradan, también lo hacen las playas y otros atributos costeros que atraen a los turistas, uno de los motores económicos más grandes del Caribe.
“Con el tiempo, si todo está muriendo, no vas a tener esa reproducción de arena”, advirtió la bióloga marina de las Islas Vírgenes Británicas, Shannon Gore, quien ha estudiado el retroceso de la línea de costa en las Islas Vírgenes Británicas. “Simplemente va a desaparecer eventualmente”.
Si los turistas también se van, la región tiene mucho que perder. Un estudio de 2019de The Nature Conservancy encontró que el turismo asociado a los arrecifes atrae a 11 millones de visitantes y produce alrededor de $8 mil millones al Caribe anualmente, lo que representa el 23% de todo el gasto turístico, equivalente al 10% del Producto Interno Bruto en la región. Según el Instituto de Recursos Mundiales, los ecosistemas de coral contribuyen con un estimado de $300 millones más en pesca cada año, así como unos $2.2 mil millones en protección costera al actuar como barreras naturales frente al oleaje, las tormentas y la erosión, ayudando así a proteger la línea de costa de los impactos del mar.
“Toda la estructura de la economía marítima, o al menos una gran parte de ella, depende de estos ecosistemas saludables”, dijo Jessica Crillon, gerente de proyectos en el Parque Nacional Marino de Martinica. “Y sin embargo, ahora nos damos cuenta de que el deterioro ha sido extremadamente severo y rápido en los últimos años”.
“Es como una explosión de dinamita”
A finales de 2023, el blanqueamiento global había crecido tanto que el Coral Reef Watch de la NOAA amplió su sistema de alerta de calor de dos niveles a cinco. Luego, en abril de 2024, la agencia confirmó lo que muchos biólogos temían: la Tierra estaba experimentando su cuarto evento global de blanqueamiento de corales, y lo peor estaba por venir.
Desde el comienzo de 2023, casi el 100% de los arrecifes en el Caribe experimentaron calor a nivel de blanqueamiento, y al menos 25 países y territorios en la región vieron un blanqueamiento masivo, según la NOAA. El daño ya no es invisible, incluso desde tierra.
En Martinica, la conservacionista Louise Chourot había pasado años cuidando una colonia de coral cuerno de ciervo en peligro de extinción que había sido trasplantada frente al pueblo costero de Sainte-Luce como parte de un proyecto de restauración de coral en el arrecife Grande Caye. El coral, ya debilitado por años de contaminación y otros estresores, se blanqueó gravemente.
“Estuvieron estresados [por el calor] durante casi un año entre 2023 y 2024”, dijo Chourot, quien es la jefa de proyectos científicos en la organización ambiental sin fines de lucro L’Asso-Mer Martinique. “El estrés del coral, manifestado por el blanqueamiento de los pólipos, debilita al animal, el coral”.
Luego llegó el huracán Beryl. Cuando pasó al sur de Martinica en julio de 2024 como un ciclón de categoría 4, la isla fue golpeada por condiciones de tormenta tropical y fuertes oleajes que causaron estragos bajo el agua.
“Es como una explosión de dinamita que hizo que todo explotara”, dijo Chourot. “Todas las enormes estructuras de coral que habían estado allí durante cientos de años ahora están en el fondo y se están erosionando”.
Con el arrecife Grande Caye roto cerca de la costa sur de Sainte-Luce, la fuerza total de la tormenta golpeó la costa. En el agua, la destrucción también comprometió aún más el hábitat de docenas de especies de peces de arrecife coloridos y coral que durante mucho tiempo han atraído a personas que hacen buceo en profundidad y buceo de superficie a la zona.

Foto por Jean-Michel Hauteville | Centro de Periodismo Investigativo
En la tarde de un lunes de mayo, el pescador Steve Senzemba, de 31 años, estaba de pie en la costa de Sainte-Luce y señaló hacia el mar después de vender su último pez dorado del día.
“Donde ves que salen las olas, solías poder ver las rocas saliendo del agua”, dijo.
El huracán rompió esta barrera. “Así que ahora no hay protección”, dijo. “Ahora todo está entrando: algas, sargazo, olas. Francamente, es un gran problema para el pueblo de Sainte-Luce”.
A medida que más coral muere, este patrón podría repetirse en toda la región. Los arrecifes de coral, que pueden reducir la energía promedio de las olas hasta en un 97%, ayudan a proteger alrededor de una quinta parte de las costas en el Caribe.
Siglos de degradación
Desde la costa en pueblos costeros como Sainte-Luce, la crisis de los corales en el Caribe puede parecer repentina. Pero los científicos dicen que sus raíces se remontan siglos atrás.
Durante sus viajes al hemisferio en la década de 1490, Cristóbal Colón escribió frecuentemente sobre los arrecifes en su diario. Pero describía el peligro que representaban para los barcos, no su valor ecológico.
Sus observaciones presagiaron siglos de explotación. Durante más de 400 años, los colonizadores europeos trataron los arrecifes de coral, no como tesoros naturales, sino como obstáculos de navegación que debían ser eliminados o recursos por ser extraídos.
A medida que la población del Caribe creció, el coral fue extraído cada vez más y utilizado para construir fuertes, casas y otros edificios, mientras que las tortugas, los manatíes y algunos peces de arrecife grandes fueron cazados casi hasta la extinción en muchas áreas.
“Los eventos en los últimos 40 o 50 años han sido realmente malos”, dijo Peter Edmunds, biólogo marino que ha estudiado los arrecifes en las Islas Vírgenes de Estados Unidos durante unas cuatro décadas. “Pero mucho antes de eso, pusimos en marcha la eliminación de los grandes vertebrados y pusimos en marcha cambios en el uso de la tierra, y todo eso ha contribuido a lo que vemos ahora”, explicó.

Foto por Freeman Rogers | The BVI Beacon
Los registros coloniales daneses sobre la isla de St. Croix, que hoy es parte de las Islas Vírgenes de Estados Unidos, incluyen descripciones de personas esclavizadas extrayendo coral directamente de los arrecifes poco profundos para usarlos en la construcción a mediados del siglo XVIII. Los corales cerebro eran particularmente apreciados para construir iglesias y otros edificios, según Edmunds.
“Era piedra fácilmente trabajada para hacer arcos llamativos con los que impresionar a la gente con el poder de la iglesia y la religión cristiana”, dijo. “Parece casi imposible creer que los corales fueran tan abundantes que simplemente bajabas a la costa y extraías grandes bloques que llevaban ahí mucho tiempo y los cortabas en losas para construir una iglesia o una casa. Era un tiempo diferente”.
En 1851, la Encuesta Costera de Estados Unidos encargó al renombrado naturalista Louis Agassiz que estudiara los arrecifes de coral de Florida con la esperanza de frenar su crecimiento y mejorar la seguridad de la navegación, según la NOAA.
Agassiz, sin embargo, no tuvo éxito.
“No veo la posibilidad de limitar de ninguna manera el extraordinario aumento de los corales, más allá de los límites que la naturaleza misma ha asignado a su crecimiento”, escribió en su informe.
Con la llegada de la tecnología de buceo en la década de 1950, los científicos comenzaron a estudiar los arrecifes más de cerca. Pero para entonces, ya se había hecho mucho daño. Y todavía faltaba.
Un auge turístico posterior a la Segunda Guerra Mundial trajo resorts, marinas y otras construcciones costeras a muchas islas, junto con el aumento de la contaminación, las multitudes, la sobrepesca y otras presiones marinas. La cobertura de coral comenzó a colapsar. Una mortandad de erizos de mar a principios de la década de 1980 desencadenó un crecimiento excesivo de algas. Nuevas enfermedades de coral, incluidas la banda negra, la banda blanca y la plaga blanca, se extendieron por la región.

Luego vino el calentamiento.
En 1987, Edmunds acababa de comenzar su carrera docente en la isla de St. John en las Islas Vírgenes estadounidenses.
“El primer blanqueamiento del Caribe se desarrolló alrededor de noviembre y diciembre del ‘87”, recordó. “Los arrecifes se volvieron blancos. Estábamos buceando y pensamos: ‘Dios mío. Todo el fondo parece estar lleno de bolsas de basura blancas. ¿Qué está pasando?’”.
Desde entonces, el blanqueamiento regional se ha vuelto cada vez más común. Los eventos de blanqueamiento global siguieron en 1998, 2010 y 2014-2017, cada uno más extenso que el anterior.
El cambio climático también trajo otra amenaza: la acidificación del océano, causada cuando el mar absorbe el exceso de dióxido de carbono de la atmósfera, debilitando aún más el coral.
La década de 2010 trajo aún más estresores. Los peces león, una especie invasora, devastaron las redes alimentarias. Luego vino la enfermedad de pérdida de tejido del coral pétreo, que eliminó hasta el 60% de la cobertura de coral en algunas áreas.

Foto por Freeman Rogers | The BVI Beacon
Lo que no se ve, no se piensa
A medida que los arrecifes disminuyeron en el último medio siglo, los científicos advirtieron sobre las consecuencias. Pero en las naciones caribeñas, muchas de las cuales se habían recién independizado o eran políticamente inestables en las décadas de 1970 y 1980, las preocupaciones ambientales a menudo pasaron a un segundo plano frente a la supervivencia económica de los países.
Incluso cuando el movimiento ambiental regional ganó tracción en la década de 1960, este se centró principalmente en cuestiones de la tierra.
“Vivimos en una sociedad poscolonial donde la relación con el agua es más de miedo que de respeto”, dijo Nickie Myers, gerente general de la Fundación Alligator Head en Jamaica. “Así que muchas veces, no hay conexión con lo que está sucediendo en el agua, claramente por el trauma generacional que viene con nuestra relación con el océano”, señaló.
Hoy en día, los científicos dicen que las protecciones para los arrecifes del Caribe son débiles, están fragmentadas y en gran medida no se implementan.
Aunque la mayoría de los gobiernos caribeños han hecho algún progreso y han firmado acuerdos globales y regionales, incluido un compromiso para proteger el 30% de las áreas marinas para 2030, un estudio publicado el pasado septiembreencontró que menos del 8% de las aguas de la región están realmente protegidas.
Muchas de esas protecciones existen solo en papel, dijo el biólogo marino Lance Morgan, quien dirige una organización sin fines de lucro con sede en California que opera un Atlas de Protección Marina global. “Todo es muy lento para lograr avanzar [más allá del papel] e implementar regulaciones, planes de manejo, monitoreo y cumplimiento”, destacó Morgan. “En el Caribe, incluso es lento lograr que esas áreas se designen”.
“Esto es absolutamente horrible”
A principios de 2025, Stoutt vio muchas señales de recuperación en los arrecifes de las Islas Vírgenes Británicas. A medida que las temperaturas oceánicas se enfriaron en el invierno, dijo, gran parte del coral del territorio había recuperado su color.
Pero mientras buceaba en busca de langostas cerca de Jost Van Dyke, una isla popular entre los turistas, descubrió una losa de coral del tamaño de un automóvil que cree fue destruida por el ancla de un crucero de lujo. “Ahora quedaron como dos montañas y hay que nadar entre ellas, porque el borde [del coral] quedó arrancado de un lado”, explicó. “Me dije, ‘Dios mío: esto es absolutamente horrible. Terrible’”.
Anclar sobre coral es ilegal en las Islas Vírgenes Británicas —y otras islas del Caribe, como Puerto Rico—, que albergan cientos de yates de alquiler. Pero Stoutt dijo que el Gobierno no aplica estrictamente esas leyes. Los funcionarios ambientales de las Islas Vírgenes Británicas, incluido Ronald Smith-Berkeley, quien es el secretario permanente en el Ministerio de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Cambio Climático, no estuvieron disponibles para entrevista.
Mientras tanto, las protecciones formales a los corales cubren menos del 1% de las aguas del territorio, a pesar de que había un plan para ampliarlas al 30% para 2017. Ese plan terminó archivándose. “Ha habido tanto anclaje sobre nuestros arrecifes que es desgarrador”, dijo Stoutt. “Ahora mismo podría sumergirme y sacar del fondo entre 20 y 25 anclas, probablemente. Y no estoy exagerando”, añadió.
Su historia no es la única. En gran parte de la región, el CPI encontró que el anclaje ilegal, la contaminación, el desarrollo costero insostenible y otras prácticas dañinas estuvieron presentes incluso en el punto álgido de la crisis de blanqueamiento de corales.
En Guadalupe, casi todas las aguas están oficialmente protegidas, en parte para preservar uno de los arrecifes más extensos de la región: un ecosistema submarino de 29 kilómetros que se estima alberga 60 especies de coral y 250 especies de peces.
Pero la conservacionista de Guadalupe, Mariane Aimar-Godoc, dijo que las protecciones no se cumplen y están en jaque por problemas como la contaminación crónica de aguas residuales.“Han pasado 20 años desde que alertamos a las autoridades sobre los problemas de la calidad del agua. La mayoría de las plantas de tratamiento de aguas residuales en Guadalupe no funcionan. Creo que el 75% de las plantas de tratamiento de aguas residuales no funcionan”, dijo, refiriéndose a la proporción de instalaciones consideradas “en incumplimiento” por las autoridades.
Este problema exacerbó el reciente blanqueamiento de corales allí, según Aimar-Godoc, quien dirige la organización ambiental sin fines de lucro IGREC Mer. “Inevitablemente, cada vez que hay un episodio de blanqueamiento o un problema en el agua, la mala calidad del agua acelerará el proceso de mortandad [de los corales]. Es estúpido y desagradable”, dijo. “Siempre estamos hablando de este arrecife de coral como el más largo, pero hoy está muerto en un 90%”.
En Puerto Rico, el CPI encontró que el choque de responsabilidades entre agencias locales y federales ha provocado trabas burocráticas que han dejado a los arrecifes de coral sin protección real, incluso cuando la ley dice que están protegidos. Estos esfuerzos se ven aún más debilitados por la escasez de patrullas marítimas, la falta de financiamiento local, la lentitud en los desembolsos federales destinados a la mitigación y la poca contundencia de las sanciones.
María Vega Rodríguez, quien ha liderado el Programa de Conservación y Manejo de Arrecifes de Coral del Departamento de Recursos Naturales y Ambientales durante casi tres años, dijo que los empleados públicos hacen lo mejor que pueden, pero la tarea es abrumadora.
“He tenido literalmente pesadillas, porque en el tiempo que he estado gestionando el programa, he visto los impactos de la enfermedad de pérdida de tejido de coral pétreo, he visto la mortalidad de los erizos de mar, he visto el blanqueamiento de los arrecifes de coral, que son muchos factores de estrés añadidos”, dijo Vega Rodríguez.

Foto por Yaneris Soto | Centro de Periodismo Investigativo
Viveros de coral colapsan
Con el apoyo gubernamental a menudo ausente, algunas organizaciones sin fines de lucro han hecho su parte, pero con financiamiento limitado y por poco tiempo.
A medida que el blanqueamiento llegó a las aguas de Jamaica en 2023, Aldo Croquer, gerente de conservación marina de The Nature Conservancy, estaba ayudando a lanzar un esfuerzo de restauración de $7.5 millones financiado por Alemania bajo el proyecto CoralCarib. La iniciativa transfronteriza, que busca aumentar la biodiversidad marina en 1,871 hectáreas en Jamaica, la República Dominicana, Cuba y Haití, fue duramente afectada por el blanqueamiento.
“En todas partes donde teníamos viveros de coral, no sólo como parte del CoralCarib, sino también en otras instituciones que han estado trabajando en la restauración de corales durante años, perdieron del 90 al 95% de sus viveros”, dijo Croquer. “Intentaron idear estrategias porque sabían que el estrés térmico se acercaba… En algunos casos, tuvieron éxito. En la mayoría de los casos, no”.

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Aun así, no se rindieron. El equipo ha experimentado con viveros en tierra, limpiando manualmente las algas de los arrecifes y trabajando con comunidades para ofrecer medios de vida alternativos, entre otros proyectos.
Pero la brecha de financiamiento para tales esfuerzos es enorme, según Brandt, la bióloga de las Islas Vírgenes de Estados Unidos.
“La cantidad de dinero que se ha asignado para la conservación, investigación y restauración de corales es una fracción de lo que se necesita para realmente proteger estos ecosistemas o restaurar estos ecosistemas”, destacó Brandt, quien agregó que tales proyectos son importantes. “El beneficio que se obtiene [de la conservación de los corales] es muchas veces mayor, porque estos ecosistemas son muy importantes”, afirmó.
“Una guerra contra la naturaleza”
En el punto álgido de la crisis de blanqueamiento el pasado mes de octubre, las Naciones Unidas convocaron una sesión especial de emergencia sobre arrecifes de coral durante su cumbre de biodiversidad en Colombia.
Peter Thomson, el enviado oceánico del Secretario General de la ONU, dijo en una conferencia de prensa escasamente atendida que tales sesiones generalmente se convocan durante crisis como guerras.
“Y esta es una guerra”, dijo. “Es una guerra contra la naturaleza”.
La sesión se centró en buscar apoyo para el Fondo Global para Arrecifes de Coral (GFCR) respaldado por la ONU, que se lanzó en 2020 para recoger $3 mil millones en financiamiento público y privado para ayudar a proteger al menos tres millones de hectáreas de arrecifes en todo el mundo para 2030.

Captura de pantalla ONU
El fondo ha apoyado programas centrados en arrecifes resilientes en más de 20 países, incluidos cuatro proyectos en el Caribe, y tiene una cartera de cientos de otros proyectos a los que le gustaría asistir, según el director del fondo, Pierre Bardoux-Chesneau. “Tenemos el mecanismo. Conocemos el problema. Tenemos las soluciones. Pero nos falta el financiamiento”, dijo en la conferencia de prensa. “Y nos falta el financiamiento porque nos falta la coalición adecuada para unirnos y apoyar esas iniciativas”.
Hasta la fecha, el fondo dice que ha asegurado solo $248 millones de los $740 millones de capitalización que necesita para cumplir sus objetivos de 2030. Pero Maxime Philip, analista de programas de la ONU que trabaja para el fondo, dijo al CPI en marzo que recaudar fondos se está tornando más difícil.
“Se ha convertido en una situación cada vez más difícil suplir las necesidades de los programas, porque el financiamiento de la Asistencia Oficial para el Desarrollo se está volviendo cada vez más escaso, con gran parte del mundo atendiendo sus asuntos internos”, dijo.
Mientras tanto, el reloj sigue corriendo. Aunque las temperaturas de la superficie del mar del Caribe este año han sido ligeramente más frescas que las del año pasado, los científicos no han declarado el final del evento global de blanqueamiento, y las predicciones de la NOAA sugieren que el estrés térmico continuo en las próximas semanas podría traer otra ola.
En las Islas Vírgenes Británicas, sin embargo, Stoutt dijo que el camino a seguir está claro. “Hay que enfocarse en lo que se puede detener”, aconsejó.
Para Stoutt, esto significa tomar medidas enérgicas contra el anclaje ilegal, instalar boyas de amarre, abordar la contaminación, erradicar los peces león invasores y confiar en la naturaleza.
“El océano tiene una forma de curarse a sí mismo”, dijo. “Así que dejaría que el océano se encargue de sí mismo”.
La periodista Mariela Mejía colaboró con esta historia.
Esta investigación es el resultado de una beca otorgada por el Instituto de Formación Periodística del Centro de Periodismo Investigativo y fue posible en parte con el apoyo de Open Society Foundations.
Esta traducción se generó con la ayuda de IA y fue revisada minuciosamente por nuestro equipo editorial para garantizar la precisión y la claridad.