miércoles, mayo 7, 2025
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Un legado entre hilos: Benito Mokay Hernández honrauna tradición familiar y cultural

Por: Melany Mercado soto

En el corazón del pueblo de Moca, el arte del encaje de mundillo no solo sobrevive, sino que florece gracias al compromiso de Benito Mokay Hernández, quien convirtió una promesa personal en un proyecto cultural de alcance nacional. Su inspiración nació en la memoria de su madre, una humilde pegadora que crió a sus hijos entre bolillos y cojines, y que, sin saberlo, sembró en él una vocación.

Hace ya 20 años, Mokay Hernández fundó el Museo del Mundillo con el propósito de preservar y honrar esta tradición artesanal que forma parte de la identidad mocana y puertorriqueña. “Esto fue hecho con la intención de mantener viva la tradición del encaje de mundillo local. Quería que existiera un lugar en Moca donde se reconociera la labor de mi madre a través de mi persona, pero también la de todos los artesanos”, explicó con emoción.

Además de su vivencia familiar, Mokay guarda recuerdos del antiguo mercado artesanal del pueblo, donde compartía con vecinas tejedoras y colaboraba con doña María, una comerciante local. “Cuando llegaban los americanos, yo los llevaba al negocio de doña María. Me sentía parte de esa tradición, de ese movimiento cultural”, relató.

Su pasión lo llevó a participar en eventos internacionales, como una reciente exposición en la Biblioteca Pública del Bronx en Nueva York, celebrada entre el 7 de marzo y el 25 de abril. “Fue como volver a mi esencia”, compartió.

Uno de sus proyectos más significativos fue la creación de una gran obra colectiva para conmemorar el décimo aniversario del museo en 2014. Con el apoyo de artesanas locales, tejedoras experimentadas y diseñadoras de patrones, la pieza fue presentada oficialmente el 23 de julio de ese año. “Fue un proyecto que unió talento y amor por el mundillo. Se hizo para que el país lo vea y valore nuestra tradición”, expresó.

El encaje de mundillo, según explica, tiene raíces profundas que podrían vincularse con antiguos puertos de intercambio cultural entre Europa y el Caribe. “Pensábamos que tal vez alguien de origen español o francés pudo haber traído esta tradición. Algo se quedó entre nosotros, como una herencia compartida”, sostuvo, haciendo énfasis en la posible influencia andaluza.

Aunque sueña con ampliar el museo, hay un lazo emocional que lo ata al espacio actual. “Aquí es donde están los sueños de hace muchos años y la historia de mucha gente. Aquí se han derramado lágrimas, se han expresado sentimientos íntimos y profundos, especialmente de personas que han perdido familiares, muchas de ellas tejedoras de mundillo”.

El Museo del Mundillo no solo es un espacio para preservar la artesanía, sino también un lugar donde se entretejen historias, emociones y memorias que siguen dando vida a una tradición centenaria.

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