Por Jean-Michel Hauteville, Sara Kirkpatrick y Freeman Rogers
Aquella cena de mariscos en Martinica hace 20 años no se le olvida a Caroline Montout-Joseph, una trabajadora social que sufrió meses de agonía tras comer un dorado contaminado en un restaurante en la zona turística de Les Trois-Îlets. La mujer fue diagnosticada con ciguatera, una forma de intoxicación causada por la presencia de toxinas en el pescado.
“Al principio podía soportar el dolor, pero a medida que avanzaba el día, empeoraba y se tornaba horrible”, contó Montout-Joseph, de 53 años y madre de dos hijos. “En términos de intensidad, era un dolor tan fuerte como las contracciones de un parto”.
La ciguatera es causada por toxinas producidas por algas microscópicas del género Gambierdiscus, que prosperan en algas marinas que colonizan corales muertos o deteriorados. Cuando los peces de arrecife consumen estas algas y luego son ingeridos por humanos, las toxinas pueden provocar que una persona se enferme de gravedad.
“La ciguatera se ha extendido por todo el planeta, especialmente en regiones tropicales”, afirmó Philipp Hess, quien dirige una unidad que estudia microalgas tóxicas en el Instituto Francés de Investigación para la Explotación del Mar (Ifremer en francés).
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que cada año se producen entre 50,000 a 500,000 casos de ciguatera a nivel mundial. Sin embargo, un creciente cuerpo de investigación sobre el tema sugiere que el número real podría ser mucho mayor debido a que los casos apenas se reportan. En general, los datos siguen siendo escasos, especialmente en el Caribe, donde pocas islas cuentan con programas exhaustivos de vigilancia o publican el número de casos.
Al presente, los científicos advierten que el problema podría empeorar en muchas áreas del mundo a medida que la muerte de los arrecifes de coral, impulsada por el calentamiento de los mares y otras presiones climáticas, fomente la propagación de microalgas tóxicas. Aun así, los expertos dejan claro que, aunque el cambio climático está creando condiciones favorables para las microalgas tóxicas, aún no hay evidencia concluyente de que haya una mayor presencia de estos organismos que en el pasado.
Si bien el aumento de las temperaturas podría, al mismo tiempo, reducir el riesgo de propagación de las microalgas tóxicas a otras zonas, los expertos señalan que se necesita con urgencia más educación, investigación y vigilancia para proteger a los residentes del Caribe y a los más de 40 millones de turistas que visitan la región cada año.

Foto por Freeman Rogers | The BVI Beacon
175 síntomas sin cura
Aunque rara vez es fatal, la ciguatera se ha vinculado a más de 175 síntomas gastrointestinales, cardiovasculares y neurológicos, según la OMS. No existe cura, pero los médicos utilizan varios tratamientos para aliviar el sufrimiento de los pacientes.
En Martinica, Montout-Joseph fue llevada a una sala de emergencia donde le administraron analgésicos por vía intravenosa. Experimentó hinchazón, espasmos y náuseas durante unos días. Los síntomas desaparecieron poco después, pero regresaron cada dos meses durante más de un año.
“El dolor volvía con vómitos, y era intenso”, dijo durante una entrevista en Fort-de-France, capital de la isla del Caribe francés. “Duraba 24 horas y luego desaparecía”.

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Aproximadamente una década después, su esposo Philippe también se intoxicó con ciguatera al comer un pescado contaminado en Martinica.
“Fue un dorado que su primo acababa de pescar”, explicó Montout-Joseph.
Los síntomas que experimentó su esposo fueron diferentes a los de ella.
“Comenzó a vomitar y a tener problemas intestinales”, dijo, a lo que agregó que los espasmos musculares severos lo hicieron “doblarse como en posición de momia”. Finalmente, terminó cayendo al piso y golpeándose la frente.
Aunque los síntomas en su esposo fueron “extremadamente violentos”, Montout-Joseph dijo que solo duraron 24 horas, y luego se recuperó por completo.
Otros síntomas de la ciguatera incluyen hormigueo, entumecimiento, vértigo, depresión, ansiedad y un efecto neurológico que invierte las sensaciones de calor y frío. En uno de cada cinco casos, los síntomas persisten durante tres meses o más, según un informe de la OMS y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura.
Un largo historial
La intoxicación por ciguatera no es un padecimiento nuevo. Hay registros sobre intoxicaciones entre los europeos que llegaron al Caribe en el siglo XVI, según explicó el biólogo marino de las Islas Vírgenes estadounidenses e investigador de la ciguatera, Tyler B. Smith.
Pero siglos después, la causa real de la condición seguía siendo desconocida, dijo Smith durante una charla en enero de este año.
“El nombre proviene de Cuba, donde se pensaba que era un problema asociado a unos caracoles del género Turbo, a los que los locales llamaban ‘cigua’. Así fue como obtuvimos el nombre de ciguatera”, dijo Smith, quien colabora en un proyecto financiado con una subvención federal de Estados Unidos llamado Centro del Gran Caribe para la Investigación de la Ciguatera (Greater Caribbean Center for Ciguatera Research, GCCCR).
Hoy en día, la verdadera causa de la intoxicación alimentaria es de conocimiento común: las microalgas tóxicas del género Gambierdiscus, quefueron nombradas así por las Islas Gambier de la Polinesia Francesa.https://e.infogram.com/072cf015-53fb-4d34-b108-12a0e469ac2b?parent_url=https%3A%2F%2Fperiodismoinvestigativo.com%2F2025%2F08%2Farrecifes-deterioro-riesgo-ciguatera-caribe%2F%3Futm_source%3DNewsletter%26utm_medium%3Demail%26utm_campaign%3Dcorales_ciguatera%26mc_cid%3Dac0415dfe4%26mc_eid%3D4a1eaa4129&src=embed#async_embed
La situación en el Caribe
Smith y otros científicos que participan en la iniciativa de cinco años del GCCCR trabajan para conocer mejor la prevalencia de la ciguatera en el Caribe.
La doctora Alison Robertson, integrante del GCCCR, señaló que su investigación demuestra que la ciguatera está ampliamente extendida en gran parte de la región, lo que contradice una creencia popular —respaldada por hallazgos previos y evidencia anecdótica— de que se limita en gran medida a unos pocos puntos críticos.
“Hemos visto claramente casos de ciguatera en todas las islas de las Antillas Menores, así como en Centroamérica y Sudamérica”, dijo Robertson, profesora asociada en la Universidad del Sur de Alabama.
Su colega del GCCCR, Michael Parsons, profesor de ciencias marinas en la Universidad de la Costa del Golfo de Florida, estimó que “entre el 5 y el 10% de los consumidores de mariscos en las islas” podrían estar en riesgo de intoxicarse durante su vida.
Pero obtener datos precisos es difícil. “Por lo general, solo se reporta entre una décima y una cuarta parte de los casos”, afirmó Parsons.
Debido a que las algas tóxicas prosperan en algas marinas en aguas tranquilas, Robertson explicó que ciertas zonas de cada isla presentan un riesgo mayor.
“[A las algas] no les gusta el movimiento de las olas grandes; no les gusta la turbulencia”, dijo. Robertson agregó que las especies “tienden a prosperar en áreas que están en el lado de sotavento de las islas”, que es el área protegida del viento dominante.
Puerto Rico y las Islas Vírgenes estadounidenses, donde es obligatorio reportar los casos, están entre las islas del Caribe con mejores sistemas para monitorear la intoxicación, indicó Robertson.
Pero incluso en ambas islas, dijo, los datos oficiales están lejos de mostrar el panorama completo.
“Podríamos tener pescadores que hayan tenido ciguatera veinte veces, pero solo han ido al médico una vez en su vida”, destacó Robertson. “En el mejor de los casos, las estimaciones siempre van a ser imprecisas”.

Foto por Freeman Rogers | The BVI Beacon
Escasez de datos
Un estudio realizado en Florida en 2015 encontró tasas de ciguatera hasta 28 veces más altas de lo que mostraban los registros públicos, con casi 1 caso por cada 1,000 personas al año en el condado que incluye el área de los Cayos.
En 2013, un estudio de Smith reportó una tasa mucho más alta en las Islas Vírgenes de Estados Unidos: alrededor de 12 casos por cada 1,000 personas anualmente.
“Esa es, en realidad, una tasa de incidencia muy alta para cualquier enfermedad en una población humana”, dijo Smith durante su presentación de enero.
Las zonas más afectadas fueron los lados sur de St. Thomas y St. John, que describió como hiperendémicas de intoxicación por ciguatera, lo que significa que la enfermedad está presente de forma constante en la población y se presenta en niveles inusualmente altos.
Los lados norte de esas islas —y, en general, St. Croix, ubicada más al sur— no están tan afectados, añadió.
En el caso de Puerto Rico, el Departamento de Salud reportó 27 casos de intoxicación por ciguatera en 2024.
¿Empeora el panorama?
A medida que el cambio climático devasta los arrecifes de coral y transforma los ecosistemas en todo el Caribe, muchos científicos temen que la intoxicación por ciguatera pueda volverse más común.
“La literatura científica muestra claramente un vínculo ecológico entre la degradación de los arrecifes y un aumento en la abundancia de Gambierdiscus”, señaló Lise Cameroun, jefa de la Unidad de Seguridad Alimentaria en Guadalupe.
Philipp Hess, por su parte, explicó en detalle cómo funciona: cuando los corales mueren, las algas marinas se apoderan rápidamente del espacio, creando un hábitat ideal para las microalgas tóxicas. Como resultado, dijo, muchos científicos creen que el aumento en la mortalidad de los corales incrementará la prevalencia de las toxinas de la ciguatera.
Este posible vínculo sigue sin confirmarse, agregó, pero “la tendencia está ahí”.
Aun así, el resultado de la investigación científica no es concluyente. Otros investigadores han hallado que las condiciones ambientales que afectan a estas algas son más complejas de lo que se creía.
Alison Robertson, por ejemplo, señaló que a las microalgas tóxicas “no les gusta mucho el calor”, lo que sugiere que un calentamiento extremo del océano podría limitar su crecimiento en algunas zonas. Por su parte, el doctor Michael Parsons predijo un posible cambio en su distribución: las algas podrían migrar a “aguas más profundas y frescas” y expandirse “hacia el golfo de México y la costa este de Estados Unidos”.
Sin embargo, Parsons advirtió que su necesidad de luz solar podría restringir su capacidad de desarrollo en zonas más profundas. Tampoco está claro cómo el aumento de las temperaturas afectará las propias toxinas.
“La presión pesquera y la sobrepesca pueden influir enormemente en la alimentación de los peces herbívoros, la depredación y en los vectores que trasladan las toxinas a los peces”, añadió. En algunas zonas, la pesca elimina peces que se alimentan de algas que normalmente serían presa de depredadores como las picúas. De acuerdo a Parsons, mientras menos de esas presas estén disponibles, las picúas pueden alimentarse de especies que traen menos toxinas, reduciendo así la cantidad de ciguatera que acumulan. De esta manera, la pesca puede alterar la cadena alimentaria y modificar la forma en que las toxinas se mueven a través de los ecosistemas marinos.
Carga para los residentes
Con pocos programas gubernamentales integrales en marcha, el manejo de la ciguatera recae a menudo en los propios residentes del Caribe.
En las Islas Vírgenes Británicas (BVI en inglés), las autoridades emiten advertencias ocasionales de brotes, pero no publican datos sobre la enfermedad de forma regular.
“Para entender la ciguatera, hay que entender qué la causa: un cuerpo de agua estancado donde se acumulan algas”, dijo el pescador de las BVI, Zacchari Stoutt.
En las BVI, añadió, los pescadores saben que deben evitar ciertos peces en el lado sur de la isla más poblada, Tórtola. A diferencia del lado norte, expuesto al océano abierto, gran parte del lado sur está protegido y la circulación del agua es limitada, explicó. Además, el tráfico marítimo es mayor en el sur, donde se concentran varios puertos deportivos y muelles.
“Esos puertos, cuando se ensucian, permanecen sucios, y tarda un par de meses en limpiarse”, dijo. “Es agua muy estancada”. Los pescadores de las BVI, agregó, saben que esas condiciones aumentan el riesgo de posible contaminación por ciguatera en los peces de arrecife.
“Comería cualquier picúa pescada en el lado norte”, afirmó Stoutt. “No comería picúa sacada del lado sur, porque se alimentan de peces que contienen la ciguatera”.
En Haití, donde también faltan datos, el conservacionista marino Jean Weiner relató cómo un amigo casi pierde la vida tras intoxicarse con ciguatera y detalló en qué lugares se abstiene de comer pescado.
“No como pescado en Haití a menos que sea de zonas más remotas”, dijo. “Si estoy, por ejemplo, en Cap-Haitien o Puerto Príncipe o en ciudades más grandes, no comeré pescado”.
En Jamaica, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC en inglés) advirtieron en abril que los brotes son “esporádicos y poco reportados”, citando un episodio de 2020 vinculado a las picúas.
En las Bahamas, Arlington Lightbourne, presidente de Bahamas Wellness Health Systems, dio la voz de alarma en agosto de 2021.
“¡Por favor, dejen de comer picúa!”, dijo el médico a Eyewitness News.
La especie, destacó, es la fuente más común de ciguatera en la región de las Bahamas.
“Me atrevo a decir que todos los médicos en las Bahamas han tratado al menos un caso”, opinó. “Dejen tranquilos a los peces grandes como la picúa o a cualquier pez comúnmente mediano, como el mero. Cuanto más tiempo haya vivido el pez en el mar, mayores serán las probabilidades de que tenga algún tipo de toxicidad”.
Guadalupe refuerza sus controles
El Gobierno de Guadalupe se destaca en la región por sus rigurosos esfuerzos para combatir la ciguatera. Desde 2002, las autoridades han restringido la venta de 15 tipos de peces de arrecife considerados “peligrosos”.
Hay cuatro especies cuya venta está estrictamente prohibida: picúas, jureles amarillos y dos especies de medregal. Además, se prohíbe la venta de otras nueve especies —incluyendo la morena— si los ejemplares fueron capturados al norte del paralelo 16°30 de latitud (a medio camino entre los paralelos 16 y 17).
Otras dos especies —incluyendo la alinegra— están prohibidas únicamente si pesan más de 2.2 libras, sin importar el lugar donde hayan sido capturados.
Estas advertencias se resumen en un colorido cartel exhibido ampliamente en toda la isla.

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“Estamos tratando de motivar a todas las pescaderías, a todos los vendedores de pescado, a todos los mercados, para que exhiban este cartel a la vista de todos, de modo que los consumidores estén informados”, explicó Cameroun.
En Guadalupe, la aplicación de la ley es estricta. En marzo de 2025, por ejemplo, dos pescadores fueron arrestados bajo sospecha de importar ilegalmente pescado desde Saint Barthélemy, otro territorio francés en el Caribe y ubicado a unas 120 millas al noroeste de la isla principal de Guadalupe. Los arrestos generaron controversia entre los sindicatos de pescadores y despertaron preocupación sobre la posibilidad de que el pescado estuviera contaminado con ciguatera.
Regulaciones tan estrictas podrían explicar la disminución en el número de casos conocidos de intoxicación por ciguatera en Guadalupe durante la última década: de unos 30 en 2012 a una docena anual en 2023 y 2024, según Cameroun.
Aun así, las autoridades están actualizando la lista de especies prohibidas en colaboración con investigadores del campo de la seguridad alimentaria.
“Notamos que había bastantes casos de intoxicación que no estaban relacionados con las especies de la lista, sino con otras especies”, indicó.
Se espera que una nueva política pública entre en vigor antes de que finalice el año.
Iniciativas para enfrentar la ciguatera
Otras islas del Caribe también han logrado avances en mitigar las intoxicaciones con ciguatera, a pesar de contar con fondos limitados. Por ejemplo, en mayo de 2024, la isla Saint Kitts and Nevis envió a un científico a recibir capacitación en identificación de toxinas en la Universidad del Sur de Alabama.
“Luego, ellos [las autoridades de Saint Kitts and Nevis] incorporaron a [la isla] Santa Lucía y comenzamos a trabajar también con personas de allí”, explicó Robertson, quien señaló que ambos países “tienen un gran interés y muy buena capacidad” para mejorar la vigilancia. “El objetivo es trabajar y ofrecer un poco más de capacitación para que podamos ayudarlos”.
Aun así, los desafíos persisten. El proyecto de cinco años del GCCCR está previsto que concluya en agosto de 2026. La investigación sobre este asunto es complicada debido a la compleja biología de las algas tóxicas.
A pesar de su tamaño pequeño, comentó Hess, la composición genética de este organismo “puede ser hasta 100 veces más grande que el genoma humano”.
“Todavía queda mucho por descubrir sobre la biología de estas algas unicelulares, todo el tema de Gambierdiscus y de los portadores de toxinas, así como toda la cadena que conduce hasta la intoxicación humana”, añadió. “En realidad, todavía hay muchísimas cosas por descubrir”.
Esta investigación, tercera entrega de la serie especial Corales: el desastre silencioso del Caribe, es el resultado de una beca otorgada por el Instituto de Formación Periodística del Centro de Periodismo Investigativo y fue posible en parte con el apoyo de Open Society Foundations.
Esta traducción se generó con la ayuda de IA y fue revisada por nuestro equipo editorial para garantizar la precisión y la claridad.