Por Luis Y. Ríos‑Silva, PhD (c)
Catedrático Universitario.
Este 15 de junio, proclamado por la Organización de las Naciones Unidas como el Día Mundial de Toma de Conciencia sobre el Abuso y Maltrato en la Vejez (ONU, 2023), Puerto Rico debe mirarse al espejo. Lo que veremos es duro: del norte al oeste, nuestros adultos mayores sufren maltrato físico, emocional y financiero en sus propios hogares, comunidades y calles.
En Arecibo, se investigó el trato indigno a envejecientes en un centro municipal. En Camuy, hay denuncias de hogares clandestinos que operan sin licencia ni supervisión. En Mayagüez, un hombre de 77 años fue brutalmente golpeado, según reportes de rotativos y noticieros del país. En Rincón, una hija golpeó a su padre de 81 años con un pedazo de madera. En Añasco, un adulto mayor fue agredido con un bastón y amenazado con un arma.
En Quebradillas, Isabela, Aguada, Lajas, San Sebastián, Moca, Guánica y Las Marías, se reportan patrones similares: abandono, negligencia, estafas y violencia familiar. Muchos de estos casos ni siquiera llegan al conocimiento de las autoridades, pues los abusadores son, en la mayoría de las veces, los propios familiares.
Según el Departamento de la Familia, en 2024 se recibieron 402 referidos por explotación financiera, apenas en los primeros cinco meses del año, una cifra que casi iguala los 421 reportados en todo 2023 (Rodríguez Troche, 2025). Y eso, según los trabajadores sociales, es solo la primera puerta que se abre hacia una realidad mucho más amplia y oculta.
El impacto no es solo humano. Es social, económico, ético. La secretaria de la Familia advirtió que el aumento en estos abusos incrementa las necesidades de los adultos mayores y obliga al Estado a brindar mayor asistencia institucional (Rodríguez Troche, 2025). Estamos empobreciendo su dignidad y agotando los recursos públicos.
Según la ONU, más del 31 % de la población en Puerto Rico tiene más de 60 años (ONU, 2023). No estamos hablando de un grupo marginal: estamos hablando de nuestros padres, abuelos, vecinos, mentores. Quienes una vez nos cuidaron, hoy son víctimas del olvido.
Porque si el futuro es la vejez, el presente no puede ser el abandono. Que llegue el día —y que no tarde— en que el 15 de junio no sea solo una advertencia, sino una verdadera celebración: la de una sociedad que aprendió, por fin, a cuidar con dignidad a quienes le dieron todo.
