miércoles, diciembre 10, 2025
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La salud mental como lenguaje: escuchar lo que la emoción intenta decir

Por Luis Casiano Rodríguez.

En tiempos donde todo se mide por la productividad, la estabilidad y la apariencia de fortaleza, hablar de salud mental sigue siendo un desafío. La sociedad actual premia la eficiencia, pero ignora el costo humano que eso conlleva. Cada día, más personas manifiestan ansiedad, agotamiento o tristeza, y, sin embargo, intentan disimularlo. No por falta de conciencia, sino por miedo a ser percibidas como débiles o inestables. En ese intento por funcionar, muchas terminan desconectándose de sí mismas, sin escuchar lo que sus emociones tratan de comunicar. Algunas otras, terminan con su propia vida…
La salud mental puede entenderse como un lenguaje, una forma en que la mente y el cuerpo expresan lo que la palabra no alcanza a decir. El insomnio, la tensión muscular, el llanto repentino o el aislamiento no son simples síntomas que deban silenciarse, sino mensajes que invitan a mirar más allá. Detrás de cada reacción hay una necesidad humana como la de ser comprendido(a)(e), la de descansar, de sentirse seguro o validado. El bienestar no se logra callando esas señales, sino aprendiendo a interpretarlas con compasión y sin juicio. Aceptar las propias emociones no significa rendirse ante ellas, sino reconocerlas para desde ahí transformarlas.


En el proceso terapéutico, muchas personas descubren que detrás de su ansiedad hay una historia de exigencias y que detrás de su tristeza, hay una pérdida no aceptada. Como también, que detrás de una aparente calma, hay un cansancio emocional profundo. La comprensión, en este sentido, es liberadora. Nos permite dejar de pelear con lo que sentimos y comenzar a dialogar con nuestra propia experiencia. Como profesionales del comportamiento humano, sabemos que las emociones no son enemigas de la razón. Por el contrario, son mecanismos esenciales de adaptación. La tristeza nos ayuda a detenernos y procesar pérdidas, la ira marca los límites y la ansiedad nos alerta ante posibles riesgos. Sin embargo, cuando estas emociones se acumulan o no encuentran espacio para expresarse, se transforman en malestar psicológico. El cuerpo habla cuando la mente calla. Escucharlo es un acto de cuidado y respeto hacia uno mismo.


Desde el Trabajo Social Clínico, la intervención se basa precisamente en esa escucha activa para atender lo que la persona dice, pero también lo que su cuerpo, tono y silencios expresan. La función del profesional no es corregir la emoción, sino acompañarla; no es imponer una interpretación, sino facilitar el descubrimiento personal. Cada ser humano tiene su propio ritmo para sanar, y ese proceso merece respeto y empatía. La verdadera transformación no surge del control, sino de la aceptación. Es importante también reconocer el papel del entorno. La salud mental no depende únicamente de la fuerza individual, sino de las condiciones sociales y relacionales en las que vivimos. La sobrecarga económica, la violencia cotidiana, la precariedad laboral y la falta de vínculos significativos son factores que influyen directamente en el equilibrio emocional. Por eso, escuchar lo que la emoción intenta decir también implica escuchar lo que la sociedad le está provocando al individuo.


Hablar de salud mental como lenguaje nos invita a dejar de etiquetar y comenzar a comprender. En lugar de preguntar “¿qué te pasa?”, podríamos aprender a preguntar “¿qué necesitas?”. Ese cambio de perspectiva convierte la intervención en un encuentro humano, no en un análisis distante. La salud mental deja entonces de ser un tema exclusivo de clínicas o diagnósticos, y se transforma en una conversación cotidiana sobre cómo cuidarnos mejor, individual y colectivamente. El bienestar no se trata de eliminar el dolor, sino de aprender a interpretarlo para desde ahí gestionarlo en algo no limitante. Cada emoción, cada silencio y cada síntoma es parte de un mensaje que merece ser escuchado con respeto. El verdadero equilibrio no está en callar lo que duele, sino en aprender a traducirlo con compasión, compresión y acción.

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