Por DR. EDGAR LEON.
El anuncio del Departamento de Educación de Puerto Rico sobre la implementación de talleres de inteligencia artificial (IA) en las escuelas públicas, aunque bienintencionado, se percibe como un mero parche superficial a un sistema que se desmorona desde sus cimientos. La iniciativa, presentada con bombos y platillos, ignora la cruda realidad que viven a diario miles de estudiantes y maestros: la falta de una infraestructura básica y funcional.
Es una ironía cruel. Se habla de formar a los estudiantes para el futuro, para una era de automatización y pensamiento crítico, cuando el presente es una lucha constante contra apagones, falta de equipos y una conectividad a internet intermitente, o en muchos casos, inexistente. ¿De qué sirve un taller sobre algoritmos y machine learning si la escuela carece de una red WiFi robusta que permita a un salón completo acceder a la información simultáneamente? ¿Cómo se implementan proyectos de programación y robótica si no hay computadoras suficientes, o si el material existente está obsoleto y en mal estado?
La realidad es que, en la mayoría de los planteles, la lección de IA se convierte en una actividad teórica, en un PowerPoint que el maestro debe improvisar para cumplir con una directriz que de nada sirve, añadiendo otra carga más a su ya saturada jornada. El tiempo que se debería dedicar a atender a los 30 o más estudiantes por salón, muchos de ellos con rezagos académicos significativos, se desvanece en la burocracia de cumplir con una normativa que no tiene la menor conexión con la realidad del salón de clases.
La Burocracia: El Verdadero Virus del Sistema
El verdadero problema no es la falta de voluntad, sino la inmensa y sofocante burocracia que ha carcomido el sistema educativo por décadas. La oficina central, con sus innumerables subdivisiones y oficinas regionales que no se justifican, actúa como una torre de Babel donde se pierden los recursos, se duplican las funciones y se ahoga cualquier intento de agilidad y transformación. Este entramado administrativo es el responsable de que los fondos destinados a las escuelas no lleguen a su destino a tiempo, o se queden atrapados en un laberinto de papeleo y procesos ineficientes.
Año tras año, los resultados académicos de los estudiantes del sistema público reflejan esta realidad: el fracaso escolar persiste. Y, sin embargo, nadie en los altos mandos parece dispuesto a mirar estos resultados de frente, a admitir que la estructura actual es un lastre. La razón es simple: desmantelar esa burocracia significa quitarle el poder y el empleo a muchos que viven cómodamente de esa estructura. Es un sistema diseñado para perpetuarse, no para educar.
Un Llamado a la Acción Radical
La solución no está en parchos o en talleres de moda que pretenden ser una panacea. Es hora de una cirugía radical. La única forma de ver un cambio tangible en la pobreza educativa, económica y cultural de la isla es eliminando de raíz esa burocracia innecesaria. El dinero que se gasta en sueldos, alquileres de oficinas y gastos operacionales de ese inmenso aparato administrativo debe ser transferido directamente a las escuelas.
Con esos fondos, los directores podrían tener la autonomía para:
Contratar más maestros y reducir el tamaño de los salones.
Adquirir el equipo tecnológico necesario (computadoras, pizarras interactivas, servidores robustos).
Mejorar la infraestructura eléctrica y de internet para garantizar un entorno de aprendizaje estable.
Implementar programas que realmente atiendan las necesidades específicas de sus comunidades escolares.
Es hora de pasar de las promesas vacías a la acción contundente. La educación en Puerto Rico no necesita más artificios; necesita una revolución estructural que ponga a los estudiantes y maestros en el centro del sistema, no a la burocracia.