Por Erick Rossner, Educador.
Por décadas, el tema sobre el estatus político de Puerto Rico abre dominado los principales titulares de los medios, Las campañas y los discursos. La Estadidad, independencia y la Libre Asociación: todos tienen sus argumentos, sus pasiones y sus banderas. Sin embargo, cuando se escucha al pueblo en la calle —no desde el podio, sino desde la fila dealgún supermercado, el salón de clases o la sala de un hospital—, el mensaje es claro: hay urgencias más apremiantes que esperan soluciones.
Diversas encuestas lo reafirman. Estudios como Gaither International y las encuestas que se realizan anualmente porlos principales medios noticiosos resaltan que los temas que predominan y se posicionan como las mayores preocupaciones de los ciudadanos no son el estatus político, sino la corrupción gubernamental, el desempleo, el crimen, el aumento en el costo de vida, la educación deteriorada y la falta de servicios de salud adecuados. El estatus apenas es considerado como prioridad entre los primeros cinco temas.
Este sentir no debe sorprendernos. ¿De qué le sirve a una madre soltera que se discuta la anexión o la soberanía si no tiene acceso al servicio de cuido de niños mientras trabaja o si su salario mínimo no es suficiente para alimentar a sus hijos? ¿Qué ganan nuestros niños en la zona rural o urbanasi el Departamento de Educación no le responde de forma adecuada a sus comunidades escolares o si no hay opciones de empleo para sus padres en su comunidad? Para la mayoría de los puertorriqueños, las necesidades del presente tienen más peso que las promesas del futuro político.
Esto no implica que la relación de Puerto Rico con los E.E.U.U. no importe, claro que merece un espacio en el debate público. Pero la trampa está en convertirlo en excusa para no gobernar. En usarlo como pretexto para la incompetencia, la improvisación o el desgobierno. Puerto Rico no puede estar paralizado esperando que se resuelvan las necesidades más apremiantes por temas que más que ponernos a trabajar por un mejor país, nos dividen entre tribus ideológicas sin resolver nada. Porque mientras discutimos por el estatus, los servicios públicos colapsan, las familias emigran y la desigualdad se agudiza.
La buena gobernanza no tiene que esperar por Washington ni por un plebiscito. Gobernar bien es ser prudentes con el gasto, eliminar la corrupción, fortalecer las escuelas, garantizar el acceso a los servicios de salud, mejorar la seguridad, y generar empleos dignos. Es gobernar con los recursos que ya tenemos y con el poder que ya poseemos.
Puerto Rico necesita políticos que tengan la capacidad de atender las desavenencias del presente sin perder de vista los debates de su futuro. Pero si seguimos condenando lo cotidiano a lo ideológico, seguiremos perdiendo tiempo, recurso humano y esperanza. El pueblo se ha expresado: quiere soluciones reales, aquí y ahora. El dialogo sobre el status se puede pausar; el hambre, la violencia y el abandono, no.