Por Cindy A. Burgos Alvarado | Todas y Centro de Periodismo Investigativo
Skyler Miguel Santiago Laboy se mira en el espejo y sonríe. No lo puede creer. Es la primera vez que se siente bien en su cuerpo, que mira su reflejo y reafirma: “Este soy yo”. Desde que inició su tratamiento hormonal masculinizante hace más de un año, le cambió la respiración, su voz se puso más grave, su pelo lacio se onduló, los vellos de su cuerpo se engrosaron y los poros de su cara se expandieron.
“Me creó mucha euforia de género. Me sentía bien al ver estos cambios… Por primera vez, me miraba en el espejo y decía: ‘This is me’”, cuenta Skyler —fotógrafo, diseñador gráfico y estudiante de cinematografía— a la Unidad Investigativa de Género, una alianza entre Todas y el Centro de Periodismo Investigativo (CPI).

Foto por Ana María Abruña Reyes | todaspr.com
Jamás pensó que una crisis psiquiátrica y una hospitalización hace tres años en el San Juan Capestrano, especializado en salud mental, le cambiarían la vida y lo llevarían a entender que es un chico trans y a aceptarse como es. Fue allí donde le diagnosticaron disforia de género, una sensación de angustia que se produce cuando la identidad de género de una persona no coincide con el sexo que le asignaron al nacer. También fue la primera vez —tras más de una década de diagnósticos— que encontró profesionales de salud mental preparados para tratar con personas de la comunidad LGBT+, siglas que representan a un colectivo ultradiverso.
La historia de Santiago Laboy es un reflejo de una realidad documentada: los jóvenes LGBT+ enfrentan tasas más altas de ansiedad, depresión e ideación suicida. Expertos consultados por la Unidad Investigativa de Género, así como otros estudios, vinculan estos retos de salud mental en la población LGBT+ con la discriminación, el acoso y la falta de acceso a servicios de salud mental adecuados y específicos para estas poblaciones.
No era el primer diagnóstico mental que recibía. Desde los cinco años, edad que tenía cuando su padre se fue de su casa, a Skyler le diagnosticaron trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH). Y de adolescente, le habían diagnosticado bipolaridad, depresión y ansiedad.
Sin embargo, la diagnosis de disforia de género, en 2022, fue la que más le impactó. En ese momento, su mamá lo llevó al hospital psiquiátrico porque la tristeza que sentía por una reciente separación lo había llevado a abusar de las drogas y el alcohol, y le costaba llevar a cabo actividades cotidianas como comer o salir. Ya había sufrido depresión y ansiedad antes, así que entró voluntariamente al hospital, donde no solo le dijeron que presentaba las características de disforia de género. También le diagnosticaron Trastorno Límite de la Personalidad (TLP), el cual afecta la capacidad de una persona para controlar sus emociones.
“Caí en shock”, cuenta Skyler, de 27 años, al recordar el momento en el que recibió ambos pronósticos. “Era como: ¿dos diagnósticos más de los cuatro [que ya tenía]? Yo caí en una crisis full allá adentro y me empezaron a dar ataques de pánico. Si te recurren mucho, te restringen allá adentro. Y yo dije: ‘Acá, me van a meter [en un chaleco de fuerza]…’”.
La resiliencia de Skyler —y de tantas otras personas trans y no binarias— sobrepasa los límites que cualquiera imagina. Asumir una identidad que es negada en tantas esferas, incluso por la política pública del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien, desde su regreso a la Casa Blanca, ha firmado más de una veintena de órdenes ejecutivas contra las personas LGBT+ y exigió eliminar información de salud sobre este grupo de páginas federales, es poner lo que eres y sientes por encima de lo que otros rechazan. Es vivir en riesgo constantemente. Y aunque a algunos estas políticas no les atañen directamente aún, podrían ser solo la punta del iceberg de una amplia visión de desmantelamiento de derechos para toda la ciudadanía.https://e.infogram.com/1e8fdab1-22b4-49f4-886f-a126292689d7?parent_url=https%3A%2F%2Fperiodismoinvestigativo.com%2F2025%2F11%2Fembestida-anti-lgbt-salud-mental%2F&src=embed#async_embed
“Ha sido un proceso bien difícil [ver] cómo ciertas personas quieren borrar nuestra existencia, cuando nosotros siempre hemos estado aquí. La identidad trans no salió de la noche a la mañana. No es algo que salió ahora. Siempre ha estado”, dice Skyler pasando su mano sobre uno de los tatuajes que tiene en su brazo, otra de las formas que usa para expresarse.
Una vida de resistencia: sobreviviendo al bullyingescolar
Desde pequeño, Skyler siempre se sintió distinto. Nunca encajó en los estereotipos de lo que era ser una “niña” y eso provocó que fuera víctima de bullying escolar, un tipo de acoso que sufre uno de cada cinco menores en las escuelas del País, pero que es incluso más grave entre estudiantes LGBT+. Más del 95% ha recibido comentarios homofóbicos o transfóbicos en la escuela, un 84% ha recibido insultos o amenazas, 42% ha sido víctima de cyberbullying, entre un 25 y un 31% recibió acoso físico por su orientación sexual o identidad de género y un 79% dijo haber sido víctima de políticas escolares discriminatorias. Esto según la Encuesta sobre el ambiente escolar en Puerto Rico, uno de los pocos estudios que existe sobre las experiencias de estudiantes LGBT+ en el País y que publicó la Red de Educación de Gays Lesbianas y Heterosexuales (GLSEN en inglés) en 2017.
“Mi papá siempre me vestía como chico. No fue algo que pasó de la noche a la mañana. En la escuela no me gustaba pasarme con las nenas, era como bien mask [oculto], pero me daba miedo lo que la gente fuera a decir”, recuerda Skyler. Tras su diagnóstico de TDAH al comenzar la escuela elemental y el inicio de su medicación para dicho trastorno, siente que tuvo dificultades para adaptarse. “No encajaba por mi manera de ser, de expresarme, por cómo me vestía”, cuenta. Temía denunciar el acoso que sufría, como ocurre en la mayoría de estos casos: “Me decían marimacho. No fue mucho el tema de agresión verbal, fue más físico, de que me excluían, me decían que no podía estar aquí porque me iba a propasar con las nenas”.

Foto por Ana María Abruña Reyes | todaspr.com
Desde la elemental, sentía que su orientación no era heterosexual. No se atrevía a hablarlo con su familia, aunque tiene tíos y primos LGBT+. Era de esos temas que no se tocan. Solo le confiaba sus más íntimos miedos y preocupaciones a un amigo, que luego se identificó como gay. “Él siempre estuvo presente para mí. Fue una de las personas que me inspiró a no sentirme avergonzado de mí”, dice sonriente sobre este amigo que aún sigue en su vida.
Tanta era la presión y el odio que recibía Skyler, que comenzó a autolesionarse. “Yo me lastimaba físicamente por el hecho de que yo trataba [de encajar]. Llegó un tiempo en que yo cambié mi físico, cómo me veía, para poder encajar”, relata.Decidió, a sus 14 años, contarle a su mamá lo que atravesaba. Ella no se había dado cuenta de las lesiones porque eran en áreas ocultas por la ropa. La madre fue a la escuela y las autoridades escolares intentaron intervenir, pero ahí se dio una de las mayores confrontaciones que tuvo con sus compañeros. Supieron que había denunciado a quienes le hacían bullying, hicieron un círculo entre varios, lo acorralaron, lo empujaron y lo golpearon. Skyler casi no recuerda la agresión y lo prefiere así. Es uno de tantos traumas que intenta sanar en terapia. Poco después del incidente, su mamá decidió mudarse y cambiarlo de escuela, y lo que más sufrió fue dejar a su amigo y aliado atrás.
Luego de este periodo, comenzó a ir al psicólogo. No solo enfrentaba el bullying, el cambio de escuela y su propia lucha interna por encontrar su identidad, una de tantas batallas que se enfrentan en la adolescencia. Para ese tiempo, uno de sus tíos murió por sobredosis y a su hermano mayor lo asesinaron, dos incidentes que lo dejaron aturdido. Fue entonces cuando recibió nuevos diagnósticos, además de TDAH: depresión, ansiedad y trastorno bipolar.
Jóvenes LGBT+, en riesgo continuo
Skyler es solo uno entre tantos jóvenes LGBT+ que enfrentan retos con su salud mental en Puerto Rico en cifras mayores que sus contrapartes heterosexuales, en parte por el ambiente hostil en el que son forzados a vivir. Esto lo confirma el informe Conductas de riesgo entre los adolescentes según su identidad sexual, parte de la Consulta Juvenil 2020-22 que comisionó la Administración de Servicios de Salud Mental y Contra la Adicción (ASSMCA), y cuyos hallazgos fueron divulgados en julio de 2024 por El Nuevo Día, pero que la agencia, más de un año después, sigue sin publicar en su página.https://datawrapper.dwcdn.net/gaj9i/1/
La Unidad Investigativa de Género tuvo acceso a una presentación del informe, realizado por la Universidad Central del Caribe (UCC) junto con investigadores de la Universidad de Puerto Rico, que encuestó a más de 145,000 estudiantes de entre séptimo y duodécimo grado, y es el primero en el que el Gobierno incluye la orientación sexual de los alumnos para un análisis de su salud mental. El estudio revela que estudiantes que se identifican como gays, lesbianas o bisexuales tienen una mayor incidencia en todos los renglones analizados en comparación con el alumnado heterosexual, entre ellos: uso de sustancias, problemas depresivos y de ansiedad, oposición desafiante, comportamiento agresivo, problemas de conducta, ideación suicida, intento suicida y ser víctimas de acoso por su orientación sexual. Incluso estudiantes que “describen su identidad de otra manera” también sobrepasan porcentualmente a los que se identifican como heterosexuales en la mayoría de los renglones.
“Estos problemas que ha enfrentando Skyler los han enfrentado antes muchas otras personas trans y no binaries, y no significa que elles se crearon estos problemas”, señaló Ínaru Nadia de la Fuente Díaz, activista y cofundadore de La Sombrilla Cuir, una organización dedicada a crear mejores condiciones para las personas LGBT+ en Puerto Rico. Su trabajo se concentra en personas negras trans, cuir y no binarias que viven con diversidades y neurodiversidades funcionales y empobrecidas.
“Ser trans no es un trastorno de salud mental. Lo que causa esto es el discrimen. Si viviéramos en una sociedad que no creara factores de estrés para las comunidades LGBTQ+, no habría una prevalencia estadística de estos trastornos en nosotres. Vivimos mayor estrés. Es así para todas las comunidades minoritarias”, apuntó le académique y consultore.
¿Por qué el colectivo LGBT+ enfrenta mayores retos en su salud mental?
La teoría del estrés crónico explica uno de los factores por los cuales las personas LGBT+ enfrentan mayores síntomas asociados a problemas de salud mental: cómo el estrés prolongado puede afectar la salud de alguien, sobre todo si pertenece a un grupo minoritario.
El psicólogo clínico Caleb Esteban Reyes, profesor de la Ponce Health Science University (PHSU) y uno de los principales investigadores de la población LGBT+ en el País, conoce de primera mano esta teoría. “Usualmente, las personas heterosexuales sufren el estrés usual: el trabajo, las deudas, entre otros, pero las personas LGBT tienen uno adicional, que es ese factor de estigma por su orientación sexual o por su identidad de género”, dijo Esteban.
Para las personas trans y no binarias, este estrés puede ser incluso mayor que para las personas LGB, por lo que viven “hipervigilantes constantemente”, algo que, según mencionó, empeora con las múltiples medidas antitrans presentadas en los últimos años, tanto en Puerto Rico como en Estados Unidos.https://e.infogram.com/aedc9ab1-03f6-4f9e-ac5f-fbdb6deb99e0?parent_url=https%3A%2F%2Fperiodismoinvestigativo.com%2F2025%2F11%2Fembestida-anti-lgbt-salud-mental%2F&src=embed#async_embed
“No es que tener una orientación sexual distinta es lo que te lleva a tener depresión, sino más bien el estrés que se asocia a pertenecer a un grupo minoritario porque conlleva mucho discrimen, muchos prejuicios, muchas microagresiones. Las microagresiones no son otra cosa que insultos, chistes, el bullying. Imagínate todos los días de tu vida enfrentando situaciones como estas. Tanto da esa experiencia, que termina minando tu autoestima”, detalló.
Esto no solo podría incrementar las probabilidades de enfrentar diagnósticos de salud mental, sino que también puede deteriorar la salud física, asociándose con mayores incidencias de enfermedades cardiovasculares, alta presión, diabetes e incluso cáncer, agregó Esteban.
Los determinantes sociales de la salud (DSS) son los factores no médicos que influyen en la salud y la calidad de vida de la gente. Así como la contaminación, la pobreza, vivir en el campo o la ciudad y la alimentación influyen en la salud física y mental, se ha descubierto que tener una identidad LGBT+ también influye, explicó el cofundador y director ejecutivo de True Self Foundation, Miguel Vázquez Rivera. “Por eso tenemos que evaluar esa ‘data’ de las personas de manera pública, pero también de manera privada, porque esos son asuntos que exponen a la gente a la violencia si los divulgan”, destacó en referencia a la importancia de la privacidad de los encuestados.

Foto por Brandon Cruz González | Centro de Periodismo Investigativo
Para Vázquez, quien es psicólogo clínico, otro factor que influye es la aceptación o el rechazo de las familias, así como contar con amigos, un grupo de apoyo o con la comunidad.
Además, influye la “sociedad tradicional, machista y patriarcal”, analizó la psicóloga clínica Margarita Francia Martínez, miembro de la Junta de la Asociación de Psicología de Puerto Rico (APPR), cocoordinadora del Comité de la Diversidad de Sexo, Género y Diversidad Sexual de la APPR y directora del Programa de Ayuda al Empleado de United EAP Resources del Sistema San Juan Capestrano.
“Desgraciadamente, los discursos que se dan en muchas iglesias y algunos sectores religiosos son demonizantes. O sea, ‘si perteneces a esta comunidad, es un pecado, no vas al cielo, vas al infierno, tenemos que cambiarte, tenemos que repararte porque estás como si estuvieras dañado’. Y todos esos discursos también contribuyen a que las personas que pertenecen a este colectivo, a esta comunidad, se sientan marginadas y discriminadas”, agregó.
Según Francia, estas presiones religiosas se han asociado con la sintomatología depresiva y con los mecanismos de acoplamiento a los que recurren muchas personas: uso de alcohol y sustancias “para lidiar con una realidad muy dura”.
En el informe Las comunidades religiosas y el bienestar de los jóvenes LGBT, publicado en 2020, por el Grupo para el Avance de la Psiquiatría, se señala que jóvenes LGBT+ que viven en contextos religiosos que no los afirman o los rechazan presentan mayores probabilidades de depresión, ansiedad, consumo de sustancias y suicidio.
Falta de datos y de financiamiento a estudios: enemigos de un colectivo estigmatizado imposible de contabilizar
La falta de datos y de estudios científicos es uno de los mayores problemas a la hora de solicitar financiamiento para investigar los asuntos que atañen al colectivo LGBT+. La mayoría de las investigaciones suelen contar con una muestra pequeña de análisis, pues salen de la academia o de los propios estudiantes de profesiones de salud mental.
Además, la ausencia de una directiva a nivel nacional para llevar estadísticas sobre esta población es otro de los retos, y desde Estados Unidos, los esfuerzos para incluir preguntas de orientación sexual e identidad de género en el Censo han sido detenidos.
En el Censo de 2020, fue Trump quien se opuso a incluir preguntas sobre orientación sexual e identidad de género, por lo que solo se incluyó una pregunta sobre las personas que conviven o están casadas con alguien del mismo sexo, una estadística limitada para contabilizar el colectivo. Esto demostró que, en Puerto Rico, al menos 3,016 parejas del mismo sexo están casadas, un 0.58% del total de matrimonios, y unas 6,215 parejas del mismo sexo conviven sin casarse, un 5.45% del total, según datos del Censo.
Trump también ejecuta una agenda contra las personas trans: les quiere negar el acceso a la salud, las quiere excluir de entidades como el ejército y hasta ordenó eliminar palabras relacionadas al género de los estudios científicos.https://e.infogram.com/6d8a9d97-0c89-4e12-a3f4-997568b3ecc7?parent_url=https%3A%2F%2Fperiodismoinvestigativo.com%2F2025%2F11%2Fembestida-anti-lgbt-salud-mental%2F&src=embed#async_embed
Una de las pocas cifras disponibles sobre la población la publicó en 2018 el Centro Mujer y Salud de la Universidad de Puerto Rico, el cual establece que en Puerto Rico hay poco más de 74,000 personas que se identifican como LGBT+, lo que representa cerca del 3% de la población.
Aunque el Censo recopiló datos de la comunidad LGBT+ en los pasados años, se centraron en Estados Unidos y no figuran datos de Puerto Rico. Una de esas encuestas, realizada durante la pandemia y eliminada del sitio web del Censo a principios de este año, reveló que casi la mitad (47.9%) de las personas LGBT experimentó ansiedad más de la mitad de la semana, comparado con un 23.5% de personas no LGBT. Las personas no heterosexuales también experimentaron depresión en cifras mayores.
Además de borrar información relacionada a las personas LGBT+, el Censo dejó de producir estadísticas que podían proteger los derechos de esta población, reconoció en entrevista con NPR el exdirector de la agencia Robert Santos, quien renunció en febrero pasado.
Si el Censo tuviera cifras de esta población, tendrían mayor visibilidad y habría mejores políticas públicas, dijo Esteban. Lo que no se cuenta no se ve. “Las preguntas de orientación sexual e identidad de género deben ser incluidas en todas las agencias de Gobierno para empezar a mirar las disparidades que existen, para poder documentar dónde existe mayor discriminación”, agregó el investigador.
El Censo indagó el año pasado sobre la posibilidad de incluir más preguntas sobre orientación sexual e identidad de género, pero políticos republicanos se opusieron. Este año, esos esfuerzos se han visto limitados por las políticas de Trump, que ha declarado una guerra abierta contra las personas LGBT+.
Esto significa que agencias federales como los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), que hasta hace poco recopilaban y publicaban información sobre personas LGBT+, posiblemente ya no lo harán.
“Cada vez que hay una noticia de un proyecto de ley o inclusive de estas elecciones, con los resultados que tuvo, sobre todo en los Estados Unidos, nuestras comunidades se afectan porque tenemos miedo de qué va a pasar. Miedo de si nos van a quitar los derechos al matrimonio, los derechos a la adopción y los derechos de las familias diversas”, dijo Vázquez.
“El hecho de desinformar, cuando estás haciendo media tours o vistas públicas, tiene consecuencias negativas sobre nuestras comunidades y ese clima político”, añadió.
Además, las dos órdenes ejecutivas que firmó Trump para terminar con los programas de diversidad, equidad e inclusión (DEI) y eliminar las contrataciones federales bajo estos impactan especialmente a las personas LGBT+ y a la financiación de programas que estudian y ayudan a este colectivo. Muchos de los empleados de estos programas ya fueron despedidos y algunos demandaron al gobierno de Trump por violar sus derechos al ser perseguidos por opiniones contrarias a las de esta administración.
“Cuando no publicamos información tan importante como esa [sobre personas LGBT+], tengo que basar mis estrategias para atender las necesidades de la comunidad en lo que conozco, pero no en datos reales. Así no sé tal vez la urgencia que tiene esta temática en la comunidad, no sé en qué debo enfocarme”, explicó el psicólogo clínico Vázquez. Tampoco puede solicitar fondos con los datos específicos porque no existen, lo cual dificulta aún más los servicios que se les ofrecen.
Más allá de los datos: la importancia de educar
Para la psicóloga clínica Francia, es importante “desarrollar la sensibilidad y la competencia” de los profesionales de la salud, tanto mental como física, a la hora atender a esta población. Incluso, hay que educar al magisterio, al estudiantado y a la población en general para evitar seguir transmitiendo prejuicios.
Desde el Comité de la Diversidad de Sexo, Género y Diversidad Sexual de la APPR, han desarrollado adiestramientos para los psicólogos sobre la población LGBT+, y Francia también dijo que ha creado clases para incluir en los currículos de Psicología, algo que ha ocurrido en varias universidades.
Sin embargo, a veces estos esfuerzos se quedan cortos porque se limitan a una clase, a veces electiva, en un currículo educativo de varios años, y esto no siempre es suficiente para que los profesionales de la salud dejen de lado los prejuicios con los que fueron criados.
“La realidad es que es un curso a veces de dos a tres horas. Aquellos con prejuicios no hacen preguntas, se quedan igual. Así que, cuando se gradúan, esas personas no tienen ningún tipo de herramientas o destrezas para trabajar con personas LGBT y muchas veces lo trabajan desde sus mismos prejuicios”, explicó, por su parte, Esteban.
Uno de los estudios de Esteban y Francia junto a otros colegas indagó precisamente en las experiencias de las minorías sexuales en los servicios de terapia en Puerto Rico y encontró que, aunque algunas personas LGBT+ estuvieron satisfechas con sus terapeutas, “otras se toparon con invalidación, desconocimiento relacionado con la comunidad LGBT+, experiencias homofóbicas/bifóbicas y asuntos religiosos como tratamiento psicológico”. Algunos terapeutas reaccionaron con incomodidad ante la orientación sexual de sus pacientes, lo cual impidió el desarrollo de una relación terapéutica.
Esta experiencia puede extenderse a otras relaciones médico-paciente y el hecho de que muchas personas LGBT+ prefieran no acudir a oficinas médicas cuando tienen un problema o abandonen sus tratamientos, pues temen enfrentarse con prejuicio y discrimen.
El propio Skyler recuerda que algunas de sus amistades dejan de ir a médicos porque les llaman por el pronombre incorrecto o por su nombre muerto —el nombre con el se inscribió a una persona trans al nacer, pero que ya no usa—. Sin embargo, reconoce que las organizaciones que ofrecen servicios a la comunidad son esenciales, pues les hacen sentir “en el lugar correcto”.
Una luz de esperanza
En medio del odio, hay figuras a las que Skyler observa con admiración, como el actor Elliot Page, un hombre trans que habló de su transición y fue aceptado dentro de los proyectos cinematográficos que trabajaba. “Es la persona que yo diría que es un ejemplo a seguir, y me ayudó bastante a identificarme como chico trans”, relata. También a una profesora trans en la universidad, “con quien me puedo sentir yo”.
Sin buscarlo, él mismo se ha convertido en ese referente para otras personas trans, que lo han buscado pidiendo consejos y respaldo, anhelando un rayo de luz en medio de la oscuridad. “Lo más difícil es no tener a alguien que te escuche… Vienen a donde mí (porque) se sienten cómodos por cómo yo hablo de mi proceso”, sin suavizar ni endulzar lo que ha atravesado porque sabe que, pese a lo difícil, no se da por vencido.
Poco a poco, crea un nombre como cinematógrafo, aunque sea el único chico trans de su clase: fundó su casa productora con otros estudiantes, produce varios proyectos y se apoya en amistades y familiares.
Actualmente, participa en un grupo de apoyo de hombres trans y ahorra para hacerse su operación de masculinización del pecho.
“No tengo que volver al clóset por una persona que no quiere reconocer mi identidad. La resistencia trans es seguir siendo tú, a pesar de lo que digan los demás”, dice sonriente.
Esta investigación fue posible mediante una beca otorgada por el Instituto de Formación Periodística del Centro de Periodismo Investigativo, con el apoyo de True Self Foundation, la Coalición Orgullo Arcoíris y Amnistía Internacional de Puerto Rico.



