Por Nelida Gonzalez
Él también quiso volar, pero no pudo. Sus alas desplegadas son testigos de su esfuerzo por evadir el contumaz empuje y el árbol en su sapiencia, permaneció en pie callado, como recordatorio de una inevitable tragedia.
Cuatro vidas impactadas de momento, tres en las altas esferas de un vuelo inesperado, y la restante, ante el dolor de la conciencia y la incertidumbre del futuro.
Pero no fueron 4 vidas únicamente, sino una comunidad universitaria (RUM) cuatros familias inmediatas, dos ciudades, Ponce y Mayagüez, como todo el pueblo de Puerto Rico. Tomaron su examen final en la carretera, precisamente frente al recinto universitario donde estudiaban, en los predios de sus juntes universitarios, de sus cuitas de amor, de sus momentos de alegría y sus ilusiones para el porvenir.
Los que partieron no perdieron la vida, sólo tomaron la prueba final de su reciente jornada terrenal, antes que nosotros, quedando como aves en vuelo para ser recordados también como lección para ser aprendida por sus pares – antes, ahora y siempre – como reza el lema de la institución educativa mayagüezana.
Un minuto de reflexión es válido, pero será un minuto perenne para los universitarios, que ya comienzan a llevar flores y luces encendidas a su memoria, para los transeúntes, para sus familiares, para sus amigos de infancia.
Las velas encendidas son símbolo de luz, aún en la tragedia, que será lección obligada en el aula de nuestras vidas.