Por Brenda Liz Ginés es asesora de imagen.
Una sociedad en decadencia querrá destruir todo lo que represente lo adecuado, lo valioso, lo que honre y lo que eleve. Todo lo que se oponga a su bajo pensar y nivel será atacado. Si algo se percibe como elevado, tratarán de ignorarlo, humillarlo o degradarlo – según sus términos.
El decoro es una virtud moral y social que, año tras año, se hace evidente la amenaza de su desaparición: en el gobierno, entre los profesionales, en el liderazgo, en la familia, y en la imagen tanto de la mujer como del hombre. La publicidad, los medios, las artes, el entretenimiento, y muchos individuos, se han convertido en ‘proyectiles’ que, con o sin intención, contribuyen de varias formas a este menoscabo.
La trinidad del decoro incluye: apariencia, lenguaje y comportamiento. Estos aparentemente no se valoran como virtudes personales, sólo cuando es conveniente, y se pueden ver como estorbos para una sociedad confundida. El decoro no es un asunto de religión (como muchos tratan de etiquetar); es virtud porque regula la conducta de acuerdo con valores, se trata de honra, respeto, valoración, dignidad, y de la responsabilidad de establecer y respetar límites de decencia. Es la conciencia internalizada del proceder adecuado, expresada externamente.
La decencia, que también se relaciona al pudor y recato, pareciera que sólo está reservada su práctica por el grupo de personas que es culto, educado, o los que pertenecen a la realeza. Quien vea el decoro como propio de un grupo al que no pertenece, tenderá a rechazarlo, ofenderlo o invisibilizarlo. En cambio, quien lo ve como algo natural, lo hace porque se siente parte de ese estándar. Por eso, quienes actúan en contra de lo que representa altura, honor y dignidad, no hacen más que acentuar el nivel en el que se encuentran. Los entendidos en esta diferencia sabrán cómo ignorar las aparentes ofensas dirigidas hacia lo que representa lo elevado.
Una de las áreas donde más se evidencia la manifestación de ofensas al decoro es en el vestir, siendo la mujer -desde la niñez- el sector más vulnerable; aunque no se excluye al hombre, cuya presión comienza también desde niño. Por eso, es vital que los padres tengan la formación y el modelaje para guiar a niñas, niños, adolescentes y jóvenes por el valioso y honroso camino de una imagen digna y honorable.
Quedarse de brazos cruzados, o mantener comportamientos dudosos y ambivalentes, nos convierte en cómplices de este atentado contra el decoro. Sin embargo, todos tenemos la oportunidad de reaccionar, despertar y contribuir hacia lo que es bueno, agradable y honroso. ¿Qué se está haciendo al respecto desde el gobierno, en las profesiones, en el liderazgo y en el hogar? Más importante aún ¿qué estamos haciendo como individuos, en nuestras decisiones diarias, en nuestra forma de hablar, vestir, tratar a otros y formar a las nuevas generaciones?