
El director ejecutivo de Casa Pueblo, Arturo Massol Deyá, emite las siguientes declaraciones al cumplirse ocho años del paso del huracán María sobre Puerto Rico:
Al examinar el estado de situación en Puerto Rico ocho años después de María, observamos que son diametralmente opuestos los resultados de los gobiernos favoreciendo el modelo caduco de los combustibles fósiles que mantienen al país de rehén, en comparación con la ruta de cambio liberadora que ha establecido Casa Pueblo desde Adjuntas mediante el uso de fuentes de energía renovables.
La clase política no puede reclamar logro alguno. En este periodo, no ha habido reconstrucción ni recuperación por la vía gubernamental, ni se ha logrado la mentada resiliencia que tanto prometieron, a pesar de tener miles de millones de dólares a su disposición. El desastre no fue María, sino el modelo colonial colapsado y sus administradores que siguen implementando soluciones esclavizantes del pasado en lugar de construir el país que nos merecemos.
Ha sido la gente y sus comunidades quienes se han levantado por sí mismas, construyéndose su propia seguridad energética con recursos limitados, pero con sabiduría y creatividad de sobra. Casa Pueblo ha servido como modelo e inspiración en ese proceso, que hace rato trascendió Adjuntas y se multiplica por el archipiélago y más allá.
Por sus actos le conoceremos
El gobierno prometió que la privatización era la solución a los problemas del sistema eléctrico. Sin embargo, la duración de los apagones se ha agravado debido a la incompetencia de LUMA Energy y Genera PR, y la complicidad de las dependencias que deberían fiscalizarles.
Se nos dijo que la transición energética hacia fuentes renovables era un hecho, pero lo único que se propone es aumentar la gasificación en perjuicio de la vida humana, la estabilidad económica de familias y comerciantes, y el bienestar del planeta. La gasificación no es transición energética, sino perpetuar la generación centralizada con los combustibles fósiles que hacen que el país pierda siempre.
Igualmente, nos dijeron que el problema era que la generación eléctrica se concentra en el sur y el mayor consumo está en el norte. La solución que se les ocurrió fue alejar aun más la generación, poniendo una planta de gas en la República Dominicana, que lidia con su propia inestabilidad, y tirando un cable submarino que añade nuevas vulnerabilidades. Se jactan con el alegato de que esa es una inversión privada, mas omiten que al final el pueblo terminará pagando por ella.
También vociferan que la energía solar es costosa. ¡Costosa es la atadura a los combustibles fósiles! Afirman además que no hay dinero para costear la transición energética, pero es que lo han malgastado todo en petróleo, gas y carbón, las fuentes que nos impiden avanzar.
Y a pesar de que por nuestra localización caribeña pagamos una cuota desigual por los efectos del cambio climático, no tenemos representación política en los foros donde se delibera este asunto y la agenda energética actual es un agravante al problema del calentamiento global.
Como si la injuria gubernamental no fuera suficiente, ahora también pretenden penalizar el accionar colectivo de avanzada mediante la imposición de impuestos al sol. Esto busca frenar un movimiento social que viene construyendo una transición energética desde la base comunitaria y que ha logrado que más del 10 por ciento de la energía del país se produzca con el sol, lo que permite subsidiar a las escuelas y reducir la frecuencia de los apagones diurnos.

Avanzamos imparables con el sol
Desde las comunidades hemos ganamos conocimiento y fuerza. Casa Pueblo, que pertenecía a una ultra minoría en 1999 cuando instaló su primer sistema solar, pasó de ser dependiente de la Autoridad de Energía Eléctrica a ser independiente energéticamente en el 2017, previo al huracán María.
Eso nos permitió servir como oasis energético para la comunidad en medio de la emergencia. Empezamos entregando lámparas solares, luego hicimos instalaciones individuales en residencias, después incorporamos a los comercios, más adelante hicimos microrredes y ahora estamos en la nueva escala de trabajo: la creación de un ecosistema de redes de microrredes a través del primer laboratorio nacional de energía de Puerto Rico.
Mientras el gobierno le transfiere la responsabilidad a la gente de ser resiliente, nosotros redefinimos ese concepto como fortaleza comunitaria. Llevamos más de 400 instalaciones solares que han beneficiado mayormente a personas adultas mayores, enfermas y de escasos recursos económicos; comerciantes que han podido quedarse en la isla dando servicio y creando empleos; la sede de los bomberos y emergencias médicas, tres hogares de adultos mayores y una escuela. Estas personas gozan ahora de cierta seguridad energética que les permite tener calidad de vida y estar mejor preparadas para enfrentar crisis climáticas.
Todo esto lo hemos construido sin poder político ni económico, sino con la apuesta a la integración comunitaria, las alianzas y la innovación. Esta transición ha sido el resultado de la suma de gente voluntaria, de donaciones de paneles solares, del Concierto por la Independencia Energética, de la filantropía puertorriqueña y extranjera, y de estrategias creativas. Y se ha convertido en un referente local e internacional.
Los contrastes son claros. Todo lo que el gobierno implementa le sube la tarifa de luz a la gente, mientras nuestras alternativas se la reducen. El costo del petróleo, gas y carbón representa el 50 por ciento de la tarifa eléctrica, mientras con el sol el ajuste por combustible es cero. El gobierno está dispuesto a poner la infraestructura eléctrica hasta en la República Dominicana, mientras nosotros acercamos la generación energética a los techos de las casas y negocios. El gobierno aumenta los apagones, mientras nosotros reducimos los periodos sin luz y los daños asociados a ello sin aumentar la deuda pública. El gobierno favorece oligopolios centralizados, nosotros impulsamos la descentralización y democratización del sector energético.
Luego de María, hemos tenido varias pruebas, como la secuencia sísmica del sur (2020), el huracán Fiona (2022) o un distante huracán Erin (2025). La generación centralizada falló en todas esas instancias y seguirá pasando factura al país, mientras el sol, limpio y soberano, nos ofrece la ruta de cambio. Luchemos por un país propio construyendo independencia energética.
