Por Melany Mercado.
Luego de casi una década sin registrarse anidajes, una tortuga tinglar regresó a la playa Crash Boat en Aguadilla para depositar sus huevos, una señal de esperanza en medio de crecientes amenazas costeras. La coordinadora de la organización Tortugueros del Oeste, Mariela Muñoz, celebró el evento como “un fruto del trabajo de conservación”, aunque advierte que los retos para proteger a esta especie en peligro de extinción persisten.
“Las tortugas marinas tardan entre 10 y 15 años en llegar a su etapa reproductiva, por lo que posiblemente esta hembra nació en esta misma zona y regresó”, explicó Muñoz, quien desde el 2020 dirige los esfuerzos de la organización sin fines de lucro que monitorea playas desde Camuy hasta Cabo Rojo.
La anidación en Aguadilla no estuvo exenta de obstáculos. La noche anterior, la tortuga intentó llegar a la playa, pero se vio obligada a retirarse por la presencia de personas con luces y cámaras, haciendo un “false crawl”. Sin embargo, al día siguiente, logró depositar sus huevos. Días más tarde, 48 neonatos fueron liberados con éxito.
Proteger especies en peligro: una responsabilidad urgente
El tinglar es la tortuga marina más grande del mundo y una de las especies más amenazadas a nivel global. Proteger su ciclo de vida es esencial para la salud de los océanos y para preservar la biodiversidad. Como especie protegida por leyes estatales y federales, su conservación no solo recae en organizaciones voluntarias, sino que exige acción coordinada de las agencias gubernamentales.
Las tortugas marinas representan un indicador del estado de los ecosistemas costeros, y su declive es un síntoma de problemas mayores como la degradación ambiental, la contaminación y la sobreconstrucción.
Amenazas que ponen en riesgo a las tortugas
Muñoz detalla que las principales amenazas que enfrentan las tortugas marinas en la zona incluyen:
Construcción costera: El cemento y los muros eliminan espacios naturales de anidaje.
Contaminación lumínica: Luces blancas en residencias y hoteles desorientan a las tortugas y sus crías.
Basura marina: Plásticos y sedales terminan en los intestinos de estos animales, provocándoles la muerte.
Falta de limpieza de desagües y cuerpos de agua: “Todo lo que baja por los caños llega a la costa y le quita zonas a las tortugas”, añadió.
Uso irresponsable de playas: El alquiler de jetskis y botes en zonas de anidaje ha provocado choques con tortugas, algunas rescatadas con heridas severas.
Ruidos y maquinaria pesada: Afectan la incubación de los huevos y la orientación de las crías al nacer.
Medidas urgentes para la conservación
Ante este panorama, Tortugueros del Oeste hace un llamado urgente a que Recursos Naturales, el gobierno central y los municipios cumplan su rol, legislen y fiscalicen efectivamente las prácticas que afectan a las especies protegidas.
“Necesitamos que los nidos sean protegidos adecuadamente, que se instalen luces adecuadas, se controle el volumen de la música y se impida el uso de maquinaria en zonas sensitivas”, reclamó Muñoz.
Además, recordó que está prohibido acercarse a menos de 10 pies de una tortuga anidando, usar cámaras con flash o interferir con un nido rotulado. “El ruido excesivo puede hacer que las crías salgan antes de tiempo, de día, y mueran deshidratadas”, advirtió.
Importancia ecológica y trabajo educativo.
El tinglar cumple un rol crucial en el ecosistema marino, al alimentarse de medusas y transportar nutrientes desde el mar a la tierra. “Sin tortugas, se rompe el equilibrio natural del océano”, explicó la coordinadora.
Cada año, la organización monitorea más de 100 nidos solo en Añasco, donde se registra el mayor número de anidamientos en la región oeste. Los números recientes reflejan:
Añasco: 112 nidos
Mayagüez: 13
Isabela: 25
Rincón: 13
Quebradillas: 2
Aguada: 3
Aguadilla: 2
Cabo Rojo: 1
Además del monitoreo diario durante la temporada (de febrero a julio), la fundación ofrece charlas educativas en escuelas y universidades. La UPR de Mayagüez colabora activamente con voluntariados, mientras que un programa en alianza con el New England Aquarium en Boston permite colocar GPS a algunos ejemplares para estudiar su comportamiento migratorio.
“Soy fiel creyente de que, si logramos que un niño se enamore de la naturaleza, se lo enseñará a su familia completa. Es nuestra mejor esperanza para un futuro con más conciencia”, afirmó Muñoz.