Por Elgeen Edmée Montilla, Ph.D.
El concepto y proceso del emprendimiento ha sido secuestrado por las tendencias y los algoritmos. Nos venden la idea de que tener un negocio es sinónimo de tener un logo bonito, frases motivacionales, y una cuenta de Instagram activa. Así se romantiza una carrera que, en la vida real, demanda estructura, inteligencia emocional, y resistencia.
El problema no es solo individual. Es sistémico y colectivo. Vivimos bajo una cultura que aplaude el “hustle” vacío y castiga el proceso. Si no estás en constante producción, si no proyectas éxito cada semana, te perciben como “queda’o”. Esa presión ha convertido el acto de emprender en un juego de apariencias, donde muchos están perdiendo algo más valioso que el dinero: su paz mental.
Vemos marcas con potencial real quebrar por intentar sostener una narrativa irreal y superficial. Oficinas que no se pueden costear, colaboraciones sin sentido solo por visibilidad, eventos diseñados más para el ‘story’ que para el cliente. Y al final del día, nadie pregunta por el margen de ganancia, solo por cuántos likes tuvo la publicación.
Y mientras más se aparenta, menos se construye. Porque emprender no es improvisar sobre la marcha con base en lo que “pega”. Es conocer cómo funciona un negocio, cómo opera una industria y cómo ese producto o servicio responde a una necesidad real. Son tres cosas distintas, y cada una exige disciplina y humildad. Sin esos fundamentos, lo que hay es una idea bonita vestida de emprendimiento.
Esta obsesión con la imagen está creando una generación de emprendedores agotados, endeudados y desconectados del MUNDO REAL. Porque nadie te advierte que el camino también es solitario, lleno de decisiones difíciles, y que una agenda llena no siempre es sinónimo de progreso y dinero.
Además, hemos alimentado una cultura de “lujo accesible”, donde el éxito se mide por apariencias: cafés costosos, fotos en hoteles, visitas a estéticas y cirujanos aunque por dentro el negocio tambalee. El verdadero lujo debería ser tener estabilidad emocional, clientes recurrentes, tiempo para descansar y estrategias sostenibles. Pero eso, pocas veces se celebra.
La crítica no es al sueño de emprender, sino a la forma en que lo estamos idealizando. No todo negocio es escalable. No todo emprendimiento debe ser viral. No todo crecimiento se mide en seguidores. Necesitamos volver a hablar de estrategia, de propósito, de sostenibilidad. De lo que no se ve pero sostiene.
Y sobre todo, hay que decirlo claro: emprender no es aparentar. No se trata de construir nubes el aire. Se trata de construir modelos reales, útiles, éticos. De crear soluciones, no solo contenido. De tener un norte claro aunque no sea el más popular.
Hoy más que nunca, hay que atrevernos a liderar desde la autenticidad. El negocio que se construye desde la verdad, aunque no grite, perdura.
La autora es Elgeen Edmée Montilla Ph.D, es estratega de neuromarketing, negocios, y
comunicaciones, conferenciante, profesora y CMO de Edann Marketing & Communications Group