lunes, marzo 31, 2025
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Puertorriqueña que dejo una huella en la salud desde el NIH en Maryland

El pasado 28 de febrero de 2025, culminó la ejemplar carrera de 51 años de Gloria Babilonia Galarza, conocida profesionalmente como Gloria Babilonia-Ayukawa, como enfermera registrada en el Instituto Nacional del Ojo, parte del Instituto Nacional de la Salud (NIH) en Bethesda, Maryland. Esta mayagüezana de espíritu incansable se retiró a los 81 años, dejando una huella imborrable en la vida de sus pacientes y colegas.
Gloria inició su camino en la enfermería en el Recinto Universitario de Mayagüez (RUM), conocido cariñosamente como “El Colegio”, donde obtuvo su bachillerato en Ciencias de Enfermería. En 1974, aceptó una oferta laboral en el prestigioso NIH. Gracias a su dedicación y ética profesional, tuvo la oportunidad de contribuir en investigaciones que transformaron la atención oftalmológica a nivel global, destacando así el talento puertorriqueño en el escenario de E.U. Durante su trayectoria, fue testigo de avances científicos significativos que mejoraron la calidad de vida de innumerables pacientes.
A lo largo de su carrera, Gloria continuó su formación académica, obteniendo una maestría en Administración de Salud Pública, lo que le permitió combinar su experiencia clínica con habilidades de liderazgo y gestión para mejorar la atención a los pacientes. Además, se formó como Enfermera de Comunidad de Fe, brindando un cuidado holístico que atendía tanto las necesidades físicas como espirituales de cada paciente.


La impecable trayectoria de Gloria no solo enaltece el nombre de Puerto Rico, sino que también inspira a las nuevas generaciones de profesionales de la salud. Su retiro representa la celebración de una vida dedicada a sanar, acompañar y elevar a quienes más lo necesitaban. Su historia es un testimonio de perseverancia y amor al prójimo que perdurará en la memoria colectiva.


Al preguntarle sobre las satisfacciones que le ha dejado su larga trayectoria de servicio, especialmente con los pacientes hispanohablantes, Gloria responde con una sonrisa y dice: “Han sido incontables. Poder hablar con un paciente en su idioma, explicarle su condición con palabras que entiende y verlo relajarse al sentir que no está solo, eso no tiene precio. Muchas veces me agradecían con lágrimas en los ojos, porque ser escuchados y comprendidos en su propia lengua les devolvía la esperanza. Esas muestras de gratitud han sido mi mayor recompensa y me acompañarán siempre”.


El nombre de Gloria Babilonia-Ayukawa quedará grabado con honor en los pasillos del NIH, pero, sobre todo, en los corazones de quienes tuvieron el privilegio de ser atendidos por ella. Su legado de amor y servicio perdurará, inspirando a todos los que sueñan con transformar el mundo a través del cuidado y la compasión.

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