Por: Manolo Rodriguez
Cada nuevo año nos hacemos la promesa de hacer cambios en nuestras vidas, cambios que muchas veces nos proponemos sin verlos realizados al final de este. ¿Por qué es esto? ¿Qué es lo que evita que sean realizados? Todos tenemos la intención de que se hagan realidad, pero hay algo que siempre se nos interpone para evitar poder alcanzar nuestros propósitos. Unas de las resoluciones más comunes son hacer ejercicios y llevar un estilo de vida más saludable.
Empezamos con mucho ímpetu, pero a los varios días ya estamos claudicando o bajando la intensidad con la que empezamos para poder lograr nuestra meta. Esto nos pasa a todos y es por algo muy sencillo. Queremos empezar un nuevo hábito y ver los resultados inmediatamente. Queremos hacer una gran cantidad de ejercicios y vernos en forma frente al espejo en un corto tiempo. Queremos llegar a ese peso saludable rápidamente. No estamos dispuestos a esperar el tiempo justo para que estas cosas sucedan.
Queremos ver el 100% de ese cambio sin haber tenido el 1% de constancia que los hábitos requieren para que sucedan. Ahí es que estriba el problema de la mayoría de las personas. Queremos resultados inmediatos y al no verlos nos desanimamos y desechamos esas metas que nos propusimos. Buscamos hacer cambios radicales en nuestras vidas esperando que los resultados sean igual de radicales y esto no es así. La mayoría de los cambios que necesitamos en nuestras vidas se darán gradualmente. Serán los cambios pequeños en nuestros hábitos los que nos llevarán a obtener esos resultados que tanto añoramos.
Cambiar esos hábitos a los que estamos acostumbrados resulta más difícil de lo que creemos. Por ejemplo; si queremos hacer ejercicios no podemos esperar de momento correr 3 millas todos los días. Puede que lo logres los primeros días, pero al pasar el tiempo y al no estar acostumbrados a hacerlo, el cuerpo padecerá de dolores o molestias y lo desechamos. Sin embargo, si empezamos caminando y conseguimos hacerlo por un periodo de tiempo largo, veremos como el cuerpo se vá sintiendo mejor y poco a poco podrás hacer caminatas o carreras más largas. En este ejemplo vemos como un cambio radical en los hábitos genera una satisfacción momentánea que no podemos conservar. Sin embargo, haciendo un cambio pequeño nos lleva a perseverar en nuestro propósito y lograr ese cambio deseado. Esto lo podemos aplicar en todo los aspectos de nuestras vidas. Si queremos que un cambio de hábito sea duradero debemos comenzar poco a poco hasta que éste se convierta en uno automático. Estos pequeños cambios por separados a lo mejor no son nada extraordinarios, pero al unir muchos pequeños nuevos hábitos positivos verás un cambio radical en tu vida. Igual esto trabajará a la inversa si persistes en conservar hábitos que sabes que en nada aportan a tus metas futuras.