
Por Héctor Marrero Matías
Dejó de ser el pelotero que más usaban cuando había que correr o jugar en la novena entrada. Aun así, estaba dispuesto a lo que fuese por su equipo. Es que Jeremy Rivera dejó claro que no es un jugador para estar sentado. Eso lo demostró cuando Stephen Morales, quién dirigió a los Indios en la temporada de 2018-19, le dio su gran oportunidad y se adueñó del campo corto. Su guante del mil kilates y su bateo, les dejó claro a todos que vino a jugar en serio.
Su segunda temporada 2019-20, ya como dueño y señor del jardín corto, vino con el bate encendido. Estaba de líder en bateo hasta que un mal lanzamiento le alcanzó el pie y le fracturó. Estuvo con yeso y terapia por meses. Su promedio era de .348.
En la recién finalizada temporada las cogía todas. Su bate fue oportuno algo de lo que ya nos tiene acostumbrado, pero en la final, wao. Los lanzadores de Caguas no sabían que más lanzarle, las bateaba todas, todas.
El orgullo de Aguada hinchó también el pecho de los fanáticos y jugadores al ver lo que ocurría. “A ese nadie lo saca de out”. Nada más que promedio .462 Avg. Entre la tristeza del desenlace en la final. Jeremy Rivera nos llenó de alegría, porque poco a poco se coló entre los grandes jugadores de los Indios.
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